La noche es un pedazo de tiempo, sostenido al universo a través de miles de alfileres brillantes que cuelgan en lo alto, agarrado al infinito. Dicen que mientras dura su reinado, unos seres fantásticos salen a recoger las voces perdidas que quedaron en algún banco de una plaza o en los juegos aún donde los niños han sido niños. Cuentan que esos seres fantásticos llevan esas voces hasta el límite del horizonte y las depositan ahí, a la espera y la intemperie de las horas.
Los seres fantásticos entonces vuelven a recorrer otros caminos, algunas veces uno de ellos tropieza con las baldosas rotas de las veredas, lanza una queja, suelta un murmullo que se oye a lo largo y ancho de toda una cuadra. ,Sin embargo nunca nadie sabe de donde proviene dicho murmullo, pues éste es como el susurro del viento entre las hojas en una noche de febrero.
Los seres fantásticos se entretienen viendo pelear a los gatos sobre los de las casas con olor a moho y señoras de almidos y misas. Otras veces van hasta alguna calle desolada y se acuestan en el piso a escuchar el aullido de los perros hasta el amanecer. Alguien ha dicho que ellos se mezclan entre la gente para conoicer los sentimientos de los simples mortales. Según comentan,uno puede descubrir a algunos de estos seres, pues ellos están en aquella mirada que dura fracciones de segundos y que se cruza la nuestra y se clava para siempre en la memoria, y la cual la seguiremos buscando como un tesoro perdido, buscándola por siempre.
Lo seres fantásticos siguen su recorrido y según se vuelve a contar, ellos se divierten jugando carreras con la luna, quien es su compañera y confidente desde el inicio de su existencia.
Cuando ya los últimos minutos de la noche son empujados por el naciente día, los seres fantásticos vuelven al lugar donde dejaron las voces que quedaron del día anterior, las recogen y con paso cansino las van tirando una a una en las ventanas abiertas.
Según cuentan, podemos saber cuando una de estas ha caído en la nuestra, pues son los sueños que no recordamos.