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Inicio / Cuenteros Locales / Daniel_Drago / Hay algo oculto en cada tentación

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Lo peor no era el olor dulzón como a ajo, a orín y a madera podrida que imperaba en la oscura estancia; lo suficientemente clara, no obstante, para que el extraño –siempre uno por sesión- pudiese admirar el imponente cuerpo de Aquel antes del acto.

Lo peor, estoy seguro, tampoco era el retumbante sonido que brotaba de no se sabe donde, quizás de unas cornetas ocultas tras alguno de los indistinguibles objetos que colmaba el recinto, la misma canción una y otra vez, imposible de determinar si era vieja o nueva, inidentificable para casi todos los fugaces invitados.

Aunque en un momento podría parecerlo, lo peor tampoco era el canturreo que provenía de algún lugar ignoto con una bronca voz, que solo tras un gran esfuerzo –para quienes querían hacerlo, que no eran muchos- lograba asimilarse con la letra de la canción eterna, del exasperante ritornello, que no cesaba (como tampoco cesaba el canturreo) ni en los grotescos preliminares, ni en el máximo fragor, ni en el asco (o miedo, o las dos cosas) posterior. Después de eso, imposible que el visitante lo supiera. Tampoco importaba, de cualquier modo.

Muchos sentirían que lo peor era la creciente violencia con la que eran tratados en un acto que exige algo de delicadeza, esa insólita sensación de entrañas reventadas –las propias- ese indeseado momento en que el dolor le gana la carrera al placer, en el que se anhela sentir las contracciones que conducen a la liberación del suplicio y que, al fin y al cabo, son el motivo último y único que llevó al huésped ¿o debo decir a la víctima? al sórdido altar de pasión y sacrificio.

Para otros, tal vez los más sensibles, lo peor era darse cuenta de la subrepticia presencia del otro convidado, el de piedra, el que no habla ni se mueve, del que solo se ve su ojo –en noches excepcionalmente claras se logran ver los dos- resplandeciente y ávido. Algunos, aturdidos por la bebida, la droga o el morbo, disfrutan de la presencia del otro. Otros temen. Alguno vomitó, creo. Pero ninguno pudo escapar.

Los que hasta entonces habían resistido, terminaban desfalleciendo al sentir primero el rápido movimiento de retroceso, y luego ver que la herramienta preciada que hasta entonces medraba en las cálidas cavernas de innombrable anatomía, pasaba a ser alimento y golosina del otro, quien con fruición exprimía y tragaba hasta la última gota de lo que sobre ello estuviese posado y desde ello fluyese. Entonces ocurría el guiño pueril en el ojo del otro, que podía interpretarse como escarnio, burla o placer. Casi siempre esto era lo peor.

Este era perspicaz y astuto, ligeramente ilustrado y mayor (aunque no parecía) que el común de los elegidos. Había leído (entre otros) a Poe y a Borges y había escuchado (entre otros) a Soda. Por eso para este lo peor fue perderle el gusto al fragor del encuentro al verse iluminado por la absurda y banal –pero no por ello menos horrible- paradoja de estar escuchando “Corazón Delator” mientras se trenzaba en una lucha visual con el ojo vivaz (esa noche se veían los dos) del otro. Tal vez por ello (o solo por ello) Este, escurriéndose por pasadizos y viviendo peripecias dignas de otra historia, cambiaría y contaría la historia.

Capturado Aberrado Sexual en Barrio Creta (Prensa Local).- Un asustado joven de 17 años, cuyo nombre se reserva por razones legales, dio parte a la policía de un curioso relato que motivó la captura de un presunto desviado en el sector “Barrio Creta” de esta ciudad. El ya bautizado popularmente “monstruo de Creta” solía visitar los parajes donde pululan malvivientes y los bares de mala reputación plagados de invertidos sexuales en esta bucólica localidad, donde acostumbraba seducir y llevarse a un joven efebo para dar rienda suelta a su morbosa obsesión sexual, inmoral e impublicable. El sátrapa había construido una suerte de laberinto en el sótano de su elegante vivienda, donde solía someter a sus inocentes víctimas a toda clase de vejámenes sexuales, para luego asesinarlos con un filoso cuchillo y dejar sus cadáveres pudriéndose en el sitio. Un cuidadoso examen practicado por las autoridades arrojó la presencia de mas de 35 cadáveres en distintos grados de descomposición. Por otra parte, el inhumano criminal mantenía retenido en ese sótano a un anciano cuyo parentesco con el indiciado se ignora. El anciano no ha podido aportar mayor información, y aunque se nota bien alimentado, su afasia y el hecho de ser ciego de un ojo indica posibles maltratos ocurridos tiempo atrás.

En el laberíntico sótano fueron encontrados diversos objetos de variopinta procedencia, incluyendo un laptop conectado a unas enormes cornetas, cuya única función parecía ser reproducir una y otra vez el único archivo encontrado en el disco duro del equipo, corazon_delator.mp3.

El presunto criminal carece de todo tipo de identificación y aparentemente se encuentra en pleno dominio de sus facultades, si bien al ser interrogado sorprendió a las autoridades policiales de esta localidad con su declaración. Cuando se le pregunto su nombre, respondió “Me llamo Asterión. Puede llamarme Minotauro, si gusta”.

Texto agregado el 11-04-2004, y leído por 415 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
25-04-2004 Lo peor no era ver en este criminal viruetas literarias que a todas luces atraen la analogía del despiadado escritor o enamorado de la literatura que su mente le ja jugado una traición, o que por el contrario es un criminal despiadado que usa clásicos de la narrativa para excusarse y escudarse en el motivo. Lo peor es que el cuento deja la puerta abierta y sigue repitiéndose en la mente del lector que no puede evitar preguntarse el por que termino si ahora había comenzado. Lo mejor es que me gusto la historia, porque aunque no es nueva, es una narración con fuerza a la que se le han añadido los efectos modernistas tecnológicos necesarios para despertar el interés. Un abrazo, José. Gabrielly
15-04-2004 Pone la piel de gallina. margarita-zamudio
11-04-2004 Dios fuerte y bueno, muy bien narrado, besotes AnaCecilia
 
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