Desde que nacemos se nos inculca la extraña obligación de ser el primero, de ser el mejor.
De niño has de estar entre los mejores de la clase, sacar mejores notas, no porque así forjes tu cultura, sino simplemente, por estar entre los primeros.
En el equipo de fútbol del colegio debes ser titular, así estarás en la lista de los once afortunados y no entre los cinco fracasados que se quedan en el banquillo (aunque en un momento dado, puedan resolver el encuentro).
Llegamos a la Universidad y la historia es similar a la del colegio, debes acabar cuanto antes la carrera, afilar la competencia y encontrar trabajo antes que tus amigos, un buen trabajo a ser posible y así estarás en cabeza.
Voy a casarme, con la más guapa, aunque me quiera menos que otra mujer que es menos bella y me ame más, porque así, cuando pasee por el parque y me vean con esta belleza, todo el mundo pensará que estoy entre los primeros.
¡Qué alegría! Voy a tener un hijo. Espero que sea alto y guapo, que esté entre los primeros.
El vicioso ciclo se repite.