Adiós, fue lo ultimo que escuche junto con los ruidos de los vehículos que pasaban por la calle. Pasaron unos días y yo solo pensaba en eso, no sabia si había sido un sueño o… el deseo. Comencé a temblar unos minutos, sentía como cada músculo se estremecía hasta el punto de no poder respirar, pensé que la muerte me invadía; a lo lejos el sonido de las hojas en otoño, junto al viento que las removía y los aplausos que recibimos esa hermosa noche que nos habíamos comprometido, todo parecía tan distante y vago… tanta belleza perdida entre sabores amargos.
Pasaron unos minutos, quizás varios, y desperté. La desesperación me había invadido, y como golpes recibía cada recuerdo, crudos, como queriendo hacerme despertar del trance que invadía mi alma, que estaba tan despoblada. No eran horas de llorar.
Transcurrieron días de este episodio ya, y sentado viendo el amanecer, el mismo que tantas veces contemplamos, la nostalgia y esas lágrimas que brotaban sin cesar culminaron, fueron solo unos pasos hasta ese charco de agua turbia.
Ahora te miro desde el otro lado del rió, tenientote para siempre, teniéndome para siempre.
|