Quería olvidarte, debo reconocerlo por vez última, en que hasta rompo la promesa de no escribirte nada de nuevo… (Sin embargo como este día bisiesto se repite cada cuatro años aquí me tienes)
Deseaba, con una necia necesidad olvidarte tan pronto amaneciera, fue por eso que te llamé. No resistí las ganas de poseerte de nuevo, de arrancarte a tirones la ropa cuando volaran uno a uno cada botón de tu camisa, o escuchar el excitante crujir de los hilos tensados de tus bragas hechas jirones cediéndome el paso. Quería sentir tus nalgas sobre mis piernas en ese ajetreo de no dejarte descansar, tus senos apuntando hacia mí, rojos de las mordidas que te dieran tanto placer, de agarrarte del cabello y tirar de él para que no me besaras, para que suplicaras de nuevo que me necesitabas, que te urgía sentir mi miembro haciéndote gozar como antaño, en que hasta mis manos te hacían llegar a esa humedad que me hacía sentir orgulloso de mi mismo, mientras alguno de mis trofeos esperaba aún tirado y deshilachado en el piso.
Había yo borrado de mi móvil tu número telefónico y no pude llamarte como deseaba, para decirte que vinieras prontamente, porque intenté llamarte, pero no me aprendí el número, como me pasa desde que uso el maldito móvil, pero me consumía el deseo, quería verte de nuevo y convencerte sin mucho esfuerzo de que tú también querías que ocurriera, que me dijeras cuanto me habías estado extrañando tú sola en casa y sabías como habría de terminar todo esto, pero que aún y a sabiendas de todo esto, habrías acudido a mi llamado, porque tú también necesitabas urgentemente olvidarme, para seguir adelante cada uno con sus vidas.
Era demasiado noche para llamarte a tu casa y yo estaba como de costumbre, pasando una noche de insomnio demasiado lejos de tu alcance. Sentí calor y rabia por todo ello, como tantas veces al hacértelo sentí mientras te miraba el rostro congestionado de placer, en que mencionaras mi nombre pidiéndome te dijera más cosas que te ayudasen a llegar al éxtasis y al orgasmo que tantas noches te había sido esquivo hasta que me conociste. Empezaron a calentarse mis orejas, me revolvía en la cama acalorado y frustrado, mientras nadie me veía retorcerme de las ganas que tuve aquella noche de lejanía y deseo acumulados.
Decidí conectarme al Messenger a ver si te encontraba haciendo alguna tarea o algo, quería decirte que necesitaba verte, oler ese perfume inconfundible y arañarte la espalda prontamente o de lo contrario podría enloquecer, ahora y desde hace tanto en la penumbra de mi pent house medio vacío. Encendí el ordenador y aguardé no sé si pacientemente… Nada, por más que buscara si había alguna visita, un comentario, un leve indicio de que aún esperabas olvidarme a esa manera que sugiere marcos de puertas y olor a mantequilla, aves enjauladas y colchones sucios, manos adoloridas o algún otro fetiche de los que me encuentro a diario mientras arreglo mis cosas, y sale alguna prenda, algún recuerdo dormido de entre los traviches y muñecos de peluche que dejaste a tu paso.
Quería olvidarte y sin quererlo te invoqué, como si el secreto y la espera fueran ciertos. Llamaron a la puerta y bajé extrañado por la hora, desactivé la alarma y abrí la puerta, no supiste explicarme el cómo habías dado con la casa pero no insistí en preguntar, subimos a mi cuarto y es todo lo que recuerdo ahora que desperté, porque terminé recordando todo esto que ahora escribo, en el momento en que me doy cuenta de que sólo el tiempo me ayudará desgastando mis recuerdos aún con algo de brillo, a los que les viene cayendo polvo de hastío y debo reconocer que cada día extraño menos eso encuentros furtivos, pero no dejo de acordarme porque soy de esos seres que viven de sueños y recuerdos.
|