Mujer hermosa de cabellos flamígeros y ojos acaramelados cuyas miradas lascivas se prenden a tus tupidas pestañas para embrujar a los incautos que te observan con sus hormonas en ebullición. Frunces tus sensuales labios en un beso ardiente que se queda atrapado en una fotografía, la cual, dará la vuelta al mundo en la portada de todos los periódicos, acrecentándose tu fama. Entonces tu sonrisa angélica será una esplendorosa pantalla de marfil, digna de ser ofrendada a los mejores dentistas para que se convenzan avergonzados que su perfección es total.

Tu cuello inicia el descenso a esas delicias que son tuyas, sin intervención alguna de la silicona, sacrosanto sofisma de este siglo veintiuno que engaña el ojo, el tacto y el deseo. Eres plenitud veinteañera desfilando por las cruentas y fatuas pasarelas, enfundada en tu traje de noche, metamorfoseado en uno de baño como segunda piel recubriendo tu talle glamoroso.


Piernas perfectas y doradas como dos espigas de oro que sostienen un cuerpo armonioso. Te cimbras como si danzaras y es la música de la naturaleza la que se transforma en una capa envolvente dentro de la cual festinas tu gloria como diosa de los bosques y resplandece tu belleza prosaica de legítimo sello. Pronto los escrutinios dirán que fuiste elegida Miss Simpatía y tu rostro será sólo una máscara de alegría. La furia la descargarás en bambalinas, ahora debes elevar tus brazos al cielo para agradecer esa humillante prebenda.