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Capítulo I

Era una mañana inusualmente fría en la capital de Estados Unidos, el Presidente acababa de desayunar, estaba en su despacho privado viendo el último reporte de la CIA. Decía que había un 90% de posibilidades de un ataque terrorista en territorio estadounidense, cuando oyó una voz en su oído que decía: -Código Escarlata.
El Presidente se levantó y dijo: -Dame el informe. La voz que venía de un audífono se oía nerviosa y le contestó: -Hay un reporte no confirmado de que un avión se estrelló en el Capitolio, lo veo en la Cueva Presidencial en un momento. Se abrió la puerta y aparecieron cuatro agentes del Servicio Secreto, lo rodearon y uno le dijo: -No levante la cabeza y camine de prisa.
Salieron del despacho del Presidente, el cual oyó una sirena ya que el proceso de evacuación del personal civil estaba en marcha. Llegaron a una puerta de cristal, pusieron sus dedos pulgares en 5 huecos de la pared, se abrió la puerta y caminaron a través de un largo pasillo. El pasillo estaba iluminado por focos rojos, poco a poco se iba inclinando hasta llegar a una puerta. Esta vez no pusieron los pulgares, en lugar de eso bajaron unos tubos que dirigieron un rayo a los ojos de los sujetos, una voz electrónica dijo: -Digan la contraseña y su cargo en el gobierno. El que iba al lado derecho del Presidente dijo: -Hot cakes con tocino, agente especial del Servicio Secreto. El presidente dijo: -Hot cakes con tocino, Comandante Supremo de las Fuerzas… -en eso se oyó una explosión. Inmediatamente los agentes aventaron al Presidente al suelo, la voz del audífono preguntó: -¿Está bien Sr. Presidente? -Sí, ¿ahora que cayó? -Un misil directo a su oficina. Finalmente la puerta de la Cueva Presidencial se abrió dejando pasar a todos. El Presidente preguntó a la voz: -¿Dónde está mi familia? -Está en un helicóptero directo a la Cueva de la CIA, el Vicepresidente está volando en el avión 2 sin destino. -Comunícame con el Secretario de Defensa. -En seguida Señor. Otra voz dijo: -Buenos dias Sr. Presidente, voy en camino. El Presidente le contestó, enojado: -¿Me podrías explicar por qué no detectarón el misil? y no era cualquier misil, porque estaba dirigido a mi oficina. El Secretario de Defensa con una voz nerviosa dijo: -La verdad, nunca imaginamos que los terroristas tuvieran acseso a ese tipo de armamento, obviamente hubo fallas en el sistema antimisiles, no sabemos por qué ni un radar lo detectó.
-¿De dónde lo lanzaron?
-Todavía no se sabe, pero la Fuerza Aérea está trabajando en eso. -Necesito un informe detallado en mi computadora en cinco minutos. Adiós, lo estaré esperando. -Santiago, comunícame con el Secretario de Seguridad Interna. Además, quiero que organices todo para que pueda dar un mensaje a la Nación en media hora. Otra cosa, ¿en cuánto tiempo va a estar reunido el Comité Escarlata? -No sé –contestó su Secretario Particular- ya que el Director de la CIA está de vacaciones y el Secretario de Estado anda de gira y tuvo problemas técnicos el avión, pero todos los demás van a llegar en cualquier momento. - Bueno, ¿tú donde andas? -Estoy pasando por el Capitolio, parece que no fue un avión, fue otro misil. - !Qué, qué !..¿Escuché bien? - Sí, señor escuchó bien. Fue otro misil, ya que no hay aviones desaparecidos. - Te quiero aquí cuando el comité dé inicio. - Ahí estaré. La llamada del Secretario de Seguridad Interna entró. - Buenos días señor Presidente, a sus órdenes. El Presidente estaba pasando por la Sala de Medios, donde habían cuatro pantallas de televisión, en todas estaban pasando la misma imagen de la Casa Blanca incendiándose. Cuando el Presidente vio eso se tuvo que sentar. - Secretario David déme su informe. - Enseguida: El Ejército fue desplegado en los aeropuertos. El espacio aéreo fue cerrado, los cazas están escoltando a los aviones que no han aterrizado aún. El Presidente le dijo: - Quiero que todos los espacios públicos sean evacuados, porque voy a implementar el toque de queda de las 8 de la mañana, hora de Washington, a las 8 de la noche. -¿Está seguro? -Sí, quiero que la gente no salga de su casa hasta que todo esté bajo control. -Pero falta media hora. - Pues apúrate. -Pero Sr. Presidente eso va en contra del procedimiento, además viola los derechos humanos. El Presidente le contestó fuera de sí: -Nos están atacando con misiles, y tú ¿te preocupas por ese detalle? -Pero ¿no cree que esa decisión la debe tomar el Comité Escarlata en su conjunto? -Yo soy el Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas y no necesito que un comité me diga que hacer. Esta medida es para proteger al pueblo norteamericano. -Yo hago lo que usted ordene Sr. Presidente, pero en lo personal creo que esa medida no es la más adecuada. - Gracias por el consejo, ahora puedes ponerte a trabajar.
El Presidente cortó la llamada del secretario David y se volvió a comunicar con Santiago: -Ya di la orden para declarar un toque de queda de 12 horas en todo el país. Quiero que en el discurso diga que lo hago para proteger al pueblo norteamericano. -Muy bien Sr. Presidente, pero le puedo preguntar ¿por qué optó por esa medida radical? El Presidente que ya había dejado la Sala de Medios y se había dirigido a su despacho, cerró las persianas y dijo: -Santiago, quiero que hablemos como los grandes amigos que somos. La verdad tengo mucho miedo de que todo se me salga de control y que nuestros enemigos destruyan a este país. -No te preocupes vamos a salir de esta crisis juntos, tú confía en mí y en el pueblo norteamericano, ahorita nos vemos en tu despacho para planear la estrategia. Mientras tanto le sugiero que cancele la orden de declarar el toque de queda o ¿quiere que yo la cancele? -Quiero que tú la canceles, no quiero volver hablar con el secretario David. -Yo ya llegué a la Casa Blanca, en minutos estoy con usted.
Capítulo II El Presidente se quitó el audífono y se sentó en un sillón, se puso a recordar cuando conoció a su Secretario Particular y su mejor amigo. Estudiaba en la Universidad de Chicago, un día vio en los pasillos a un muchacho en silla de ruedas y un perro caminando a su lado. Decidió acercarse por curiosidad, en el momento que estuvo a un metro de él, el perro lo atacó. El ocupante de la silla con un rechinar de dientes lo detuvo. El Presidente en ese entonces era un estudiante de Derecho, por cierto no era muy brillante. Cuando se acercó un poco más pudo ver que la silla tenía muchos aditamentos, como un popote que llegaba hasta la boca del estudiante, además en el pie tenía un botón y una palanca que con ella manejaba la silla. Se quedó observando sin saber que decir, Santiago aceleró y con una voz muy distorsionada dijo en español:
-Vámonos Bali, deja a ese pendejo. El Presidente, como había vivido medio año en México, sabía lo suficiente de español para entenderle y le contestó: -Yo no soy pendejo. Solo quería platicar contigo. Después de ese encuentro desafortunado, el Presidente comenzó a investigar, preguntándoles a sus profesores quién era el estudiante que andaba en silla de ruedas con un lazarillo muy bravo.
Su investigación fue un fracaso como casi todos sus proyectos, hasta que en una ocasión vio una convocatoria para ser candidato a presidente del Consejo Estudiantil, y como a él le gustaba eso de la política, decidió inscribirse. Para poder calificar necesitaba 100 firmas, eso era muy difícil para él ya que no era muy popular que digamos. Cuando faltaba una semana para entregar las firmas, y él solo tenía 10 de 100, se puso a llorar en pleno pasillo. Un profesor cuando lo vio le dijo: -Vamos a mi oficina y me platicas que te pasa. Le platicó todas sus historias de fracasos y le dijo: -No quiero volver a fracasar. El profesor le dijo: -Conozco a alguien que te puede ayudar para ganar la candidatura, es un estudiante que sus palabras tienen gran poder, ya que sabe el momento preciso par decir algo que deja helados a sus enemigos, por lo tanto consigue lo que quiere. Su nombre es Santiago y vive en el Edificio número 40 en el Dormitorio 4, pero te advierto que a él no le gusta hacer nuevos amigos ni tampoco le gusta la política, así es que lo tienes que convencer para que te ayude. En la mañana siguiente el Presidente tenía una hora libre, decidió ir al Edificio 40, a ver si Santiago estaba en su dormitorio. Cuando tocó la puerta del Dormitorio 4, le abrió un mexicano, el Presidente le preguntó: -¿Eres Santiago? El mexicano contestó: -No. -¿A qué horas lo puedo encontrar? -No sé. Se oyeron los pasos de un perro y un motor eléctrico acercándose, el mexicano dijo: -Ya llegó. El perro cuando olió al Presidente se puso a ladrar muy duro, Santiago dijo: -¿Qué te pasa Bali? Y vio al Presidente en la puerta de su dormitorio. El Presidente no daba crédito a lo que veían sus ojos. Santiago le dijo al perro: -Verdad de que lo quieres morder, pues ataca. El perro cuando oyó la última palabra se dejó ir en contra del Presidente, lo tiró al suelo. El compañero de cuarto le dijo a Santiago: -Que malo eres. Santiago le ordenó al perro, con un rechinido de dientes, que dejara libre al Presidente. Se levantó y preguntó: -¿Tú eres Santiago? Santiago le preguntó a su compañero de cuarto: -¿Quién es éste? El Presidente dijo: -Me llamó Williams. Santiago se volteó a ver a Williams y le dijo: -¿A poco me entendiste? -Sí te entendí. Santiago se llevó una sorpresa, ya que muy pocas personas le entendían y menos la primera vez que lo oían, porque tenía problemas de lenguaje. Por ese detalle le empezó a caer bien, después de un prolongado silencio, Santiago le preguntó a Williams -¿A qué veniste? -Vine a pedirle ayuda a Santiago, ¿eres tú? -Sí, soy yo, ahorita no tengo tiempo porque tengo clase de Literatura en 5 minutos, solo vine por mi Mac. El mexicano se metió al dormitorio y sacó una computadora portátil, se la colocó en la silla y Williams dijo: -¿Cuándo nos podemos ver? -Hoy a las 7 de la noche tengo una hora libre, ¿te parece bien en el restaurante de Don Paco?, es que me quiero comer una arrachera. -Ahí estaré. El resto del día Williams estuvo pensando como le iba a pedir ayuda para su campaña. Williams llegó puntual a la cita, vio a Santiago acompañado de una bella señorita vestida de blanco y que le estaba dando de comer. Bali, al detectar el olor del Presidente, se levantó y le ladró muy duro, se calló con el acostumbrado rechinido de dientes. Santiago invitó a Williams a sentarse y le dijo: -¿Qué quieres comer?, aquí hay pura comida mexicana. Williams vio la carta y pidió unos tacos al pastor. No sabía como comenzar. Así es que Santiago cuando acabó de comer dijo: -A ver, ¿en que té puedo ayudar? Williams que ya le había dado una mordida al taco se atragantó, y cuando se recuperó comenzó diciendo: -Los profesores me dieron muy buenas referencias de ti, y por eso creo que tú eres él único que me puedes ayudar a lograr mi sueño de ser presidente del Consejo Estudiantil. Santiago soltó una carcajada, y luego dijo: -A ver si voy entendiendo ¿quieres que yo te ayude a ganar tu candidatura para la presidencia?, y yo ¿por qué iba a querer ayudarte? -Porque si yo gano voy a ser tu voz en el consejo. -Buen punto, ¿qué tendría que hacer yo? -Tú vas a ser el encargado de diseñar la campaña. -¿Ya tienes las firmas o no?, porque, según sé, es un requisito indispensable para registrar tu candidatura. Williams tuvo que controlar sus sentimientos para no demostrar su frustración, con la cara roja y las manos apretando el vaso de refresco dijo: -Todavía no logro obtener todas las firmas. Cuando acabó de decir eso, el vaso que era de vidrio estalló. Williams quedó empapado de refresco y de sangre, inmediatamente la enfermera de Santiago, que estaba en otra mesa se acercó a ayudar a Williams. El dueño del restaurante se acercó a ver que había pasado en la mesa de su mejor cliente. Bali quedó empapada de refresco, Santiago le pidió a su enfermera que la secara. Después de que todo volvió a la normalidad, la negociación continuó hasta que llegaron a un acuerdo, en el cual Santiago se comprometía a asesorar a Williams y Williams a su vez se comprometió a que si ganaba iba a nombrar a Santiago su asesor. Al día siguiente quedaron de verse en la cafetería de la universidad para que Williams le entregara la información de los contrincantes. Santiago le entregó la estrategia para recabar las firmas. Williams leyó la estrategia y vio que tenía que dar un discurso en la mitad de los jardines de la universidad. Le dijo aterrorizado: - Nunca he podido hablar en público. Santiago le preguntó con toda su paciencia: -Bueno, ¿por qué no puedes? -Por que tengo muy mala memoria. -¿Y si yo te voy diciendo a través de un audífono?, mi computadora te irá leyendo para que no tengas problemas, si no me entiendes. A ver dame tu celular, ¿tienes manos libres? - Sí, pero ¿tú como vas a marcarme? -Con un programa de computadora puedo marcar a cualquier teléfono. -Pero ¿quién me va a leer? Santiago tuvo que sacar paciencia de lo más adentro. Para no desesperarse, ante la pobre inteligencia de su nuevo amigo, le tuvo que explicar que su computadora podía leer textos. Santiago había planeado que Williams diera su discurso a la hora de más afluencia en los jardines centrales. Lo que tenía que hacer Williams era pararse en el patio y con un altavoz pedir la atención de los alumnos y decir un discurso muy corto en el cual decía porque iba a ser el mejor presidente del Consejo de la historia. Santiago llegó cinco minutos antes al lugar acordado y no vio a su amigo, por lo tanto decidió marcarle a su celular. Williams contestó: -Aquí Williams. -¿Dónde estás? -Estoy en el baño. -¿Qué haces? -Creo que los tacos me hicieron daño. Santiago entre risotadas dijo: -Pues córtale por que se te va hacer tarde. Unos minutos después Bali empezó a ladrar, Santiago supo que Williams estaba cerca, le volvió a marcar ¿estás listo? -Si claro que sí.
-Bueno empieza a gritar. Balí se asustó con el grito de Williams diciendo "compañeros". Mientras Williams llamaba la atención, su asesor se dirigió al punto de vigilancia que había escojido. Desde ahí podía ver todo el jardín, pero para llegar a ese observatorio Santiago tenía que subir al primer piso, así es que le dijo a Williams: -Me avisas cuando estén reunidos. Bali apretó con su pata el botón para prender el elevador, Santiago oyó que Williams gritaba: -Están listos, así que empezamos. La computadora empezó a leer el discurso mientras Santiago subía al primer piso para poder observar como se comportaba la masa.
Cuando Santiago se colocó en su puesto de vigilancia vio que Williams estaba rodeado todo de estudiantes. El discurso duró alrededor de 5 minutos. Cuando la computadora acabó de leer, Santiago le sugirió a Williams que sacara su hoja de firmas. Williams se tocó el audifono, Santiago le gritó:
- No te lo toques.
Williams volteó a ver donde estaba su asesor, pero no lo encontró. Finalmente Williams sacó la hoja de firmas, cuando acabó de recolectar desapareció del campo de visión de Santiago, el cual se volvió a comunicar.
-¿Cuantas tenemos?
- No sé, no las he contado, pero creo que lo logramos.
Efectivamente ese dúo había logrado su primer triunfo en su carrera política. Después de que salieran de la universidad, Williams le propuso a su asesor que se afiliaran en el Partido Demócrata. Cuando surgió la oportunidad de que Williams se postulara para su primer cargo de elección popular, Santiago puso como condición para ayudarlo, que la prensa no se enterara quién era su asesor.

Capítulo III
De regreso a la Casa Blanca, mientras el Presidente estaba inmerso en sus recuerdos, Santiago se comunicó con el secretario David para cancelar la orden del Presidente, pero David ya había girado instrucciones para desalojar todos los espacios públicos del país.
El vehículo donde iba el Secretario Particular del Presidente dio la vuelta para llegar a la entrada secreta de la Casa Blanca, ya que todo alrededor estaba lleno de reporteros y vehículos de emergencia. En la entrada secreta había cuatro limusinas esperando que los agentes del Servicio Secreto abrieran una reja que estaba camuflajeada con una enredadera. Cuando Santiago vio ese tráfico encolerizó, le habló al jefe del Servicio Secreto y con una voz electrónica dijo:
-Soy el Secretario Particular del Presidente y no puedo entrar a mi trabajo, además estamos en Código Escarlata, eso significa que usted debe de trabajar lo doble.
El jefe del Servicio Secreto contestó:
-Por el misil todas las cerraduras eléctricas quedaron inservibles, pero ahorita mando a mis hombres para que lo escolten a la Cueva Presidencial.
-Pero yo no puedo ser visto por civiles, o ¿ya no se acuerda?
En ese momento tocaron en la ventanilla del vehículo de Santiago, eran cuatro agentes que lo iban acompañar hacía el único acseso que estaba abierto. Santiago con su voz natural le dijo:
- Ahorita no tengo tiempo de discutir con usted, no me queda más que exponerme pero esto lo va saber el Presidente.
Santiago le pidió a su chofer que abriera la puerta y bajó con su lazarillo que ya no era Bali, ahora era un perro negro aterrador que asustó a los agentes con su ladrido.
Mientras Santiago controlaba a su nuevo perro, el jefe del Servicio Secreto sabía que tenía que hacer algo para que la prensa no viera al mejor amigo del Presidente, o si no, su trabajo estaba en peligro. Así es que le pidió al comandante de la policía que hiciera un cerco policiaco alrededor de la única puerta que estaba abierta. Lo que no sabía es que el movimiento de los efectivos iba a despertar la curiosidad de una periodista del New York Time que, al ver a los guardianes marchar, decidió correr hacía donde había visto al Secretario de Defensa entrar pocos minutos antes. Para poder entrevistar al siguiente secretario que llegara se fue a esconder detrás de un arbusto. Cuando vio que los agentes formaron la valla pensó: esto está muy raro y decidió prender su cámara de video miniatura que estaba colocada en la solapa de su abrigo.
Por fin Santiago pudo controlar a su can, que todavía no entendía la orden de callado, los agentes le tuvieron que dar una galleta que Santiago guardaba para estos casos, ésta era la única manera que había encontrado de callarlo rápidamente.
Cuando la silla pasó enfrente del escondite, la periodista no pudo evitar el inpulso de agarrar su grabadora y salir a preguntarle:
-¿Qué cargo tiene usted? -no pudo acabar la pregunta ya que un toque eléctrico la paralizó.
Inmediatamente el agente que llevaba la silla se hecho a correr, mientras que sus compañeros se hacían cargo de la sospechosa. La periodista cayó al suelo soltando su grabadora, inmediatamente un agente la destruyó de un pisotón. Ella no podía hablar por lo tanto no pudo responder a las preguntas de sus captores. El procedimiento a seguir era llevar a la intrusa a la zona de detención, pero esto iba a hacer imposible ya que el misil la había dejado inutilizada, así es que los agentes tuvieron que improvisar el cuarto de intendencia como celda provisional. La dejaron acostada en el piso de mármol. Como todos los agentes especiales tenían que escoltar a los funcionarios dejaron al novato a cargo de la periodista para que hiciera el interrogatorio correspondiente.
Entre tanto, en la Cueva Presidencial el Secretario de Defensa, al ver llegar a Santiago, se levantó como resorte para saludarlo, pero Santiago estaba demasiado enojado por el incidente como para hacerle caso y se dirigió directo al despacho del Presidente, él cual al oír el motor eléctrico volvió de sus recuerdos y le abrió la puerta a su mejor amigo.
Después de que la periodista recuperó todas sus facultades motoras se levantó decidida a entrvistar a ese paralítico que por su culpa la habían encerrado en ese cuarto. El novato al ver que su prisionera se había levantado, la agarró y la sentó en una silla, le pidió sus identificaciones. La periodista se dio cuenta que podía manejar a ese agente a su antojó ya que se le notaba la falta de experiencia. Decidió usar sus encantos femeninos para lograr su objetivo.
Cuando el agente acabó de revisar las credenciales, la reportera comenzó a sacarle plática; soltándose su largo cabello dijo:
-Y ¿cómo se llama mi custodio? -mientras el novato caía rendido a los pies de la corresponsal.

Capítulo IV
El Presidente y su Secretario Particular pasaron diez minutos revisando el discurso a la Nación, hasta que fueron interrumpidos por el Secretario de Prensa, él cual después de tocar la puerta, anunció que todo estaba listo para que en unos minutos se enlazaran todas las cadenas de radio y televisión con la señal oficial.
Santiago le preguntó a Williams:
-¿Vas a utilizar el monitor o quieres que mi computadora te lo lea?
-Mejor que tu computadora lo lea, después de tantos años ya me acostumbré a que la voz de tu maquina me guíe. Siempre al leer el discurso en el monitor me equivoco.
Cuando el técnico le dio la señal, el Presidente comenzo su discurso diciendo:
- Buenos días compatriotas, como aquella mañana del 11 de septiembre del 2001 otra vez el país se despertó bajo ataques enemigos y, como esa vez, no nos vamos a dejar intimidar. Es cierto que han logrado atacar al Capitolio y a la Casa Blanca, pero también es cierto que nuestro espíritu de lucha es más fuerte que sus misiles. He ordenado la evacuación de los espacios públicos para que les sea más difícil hacerle daño a lo más valioso que tiene el país que es su gente. Y tengan por seguro que su gobierno va a hacer lo imposible para que quienes se atrevieron a atacar a nuestra Patria, paguen el precio de desafiar al ejército más poderoso del Mundo. Que Dios bendiga a los Estados Unidos de América.
Cuando el foco rojo de la cámara, que indicaba que la señal estaba en el aire, se apagó, el Secretario de Defensa se acercó a su jefe y le dijo:
-Señor Presidente, la Fuerza Aérea acaba de informar que encontraron el sitio de lanzamiento. Los misiles fueron lanzados desde la selva venezolana.
-¿Qué, qué? Santiago ¿oíste esto?, ese loco se atrevió. Quiero una videoconferencia con el embajador de Venezuela y quiero que el Comité Escarlata la vea.
El equipo técnico tenía todo listo en 2 minutos, el Presidente llegó a la Sala Escarlata después de comerse un chocolate con su mejor amigo, esto lo hacían cuando estaban nerviosos. En la Sala Escarlata había tres pantallas gigantes. En una de ellas estaba el mapa de Venezuela con un punto rojo a la mitad, en la otra pantalla aparecían el Secretario de Estado y el director de la CIA. En la última se suponía que iba a estar el embajador de Venezuela, Herculano Rodríguez, pero la pantalla aún tenía el escudo de gobierno ya que no habían podido establecer la comunicación.
El Presidente se sentó en la cabecera de una mesa rectangular, donde estaban sentados el Secretario de Defensa, el de Seguridad Interna, el General del Estado Mayor Conjunto. Al otro lado del Presidente estaban sentados el Director del FBI, el Asesor de Seguridad Nacional, el Procurador General, la Presidenta de la Cámara de Representantes. A Santiago, como Secretario Particular del Presidente, le correspondía dar inició a la sesión y lo hizo diciendo:
-Bienvenidos todos, como ya saben este comité fue diseñado para suplir al Poder Legislativo en momentos en que el país está bajo ataques enemigos. Como aquí no hay partidos cualquier miembro puede someter un proyecto de ley a votación pero, para que pueda ser considerado enmienda, tiene que obtener mayoría absoluta.
También les quisiera recordar cuál es el objetivo de este comité: Tomar decisiones cruciales en momentos en que el país está bajo hostilidad enemiga; también les recuerdo que el Senado puede clausurarlo, cuando lo considere prudente.
Después de que el Secretario Particular declarara abierta la sesión oficialmente, se acomodó detrás de su jefe.
Mientras todo esto pasaba en la Cueva Presidencial, la corresponsal del New York Time adscrita a la Casa Blanca ya había logrado saber un poco más del paralítico. El novato le había platicado que el ocupante de la silla todas las mañanas entraba por el acceso secreto en una camioneta negra tipo van pero ese día el equipo técnico había perdido el control de todas las cerraduras eléctricas. La computadora que controlaba eso había sido destruida por el misil y la única cerradura que habían logrado mantener abierta era la de la Cueva Presidencial y eso, gracias a su amigo que entró a la sala de control en llamas para apretar todas las teclas que abrieran los accesos al búnker. También logró que su custodio le sacara información al encargado de la seguridad de Santiago. Lo que averiguó fue que a las 2 de la tarde un agente tiene que ir a recoger a la enfermera para que le dé de comer a Santiago, entonces se le ocurrió un plan.

Capítulo V
Desde que Santiago les dio el mensaje del Servicio Secreto que les avisaba del misil, no había vuelto abrir su buzón del correo electrónico, sin embargo habían llegado cuatro correos de diferentes agencias de inteligencia. Santiago creyó que eran ofrecimientos de ayuda, lo mismo pensó el Director de la CIA, que también los había recibido. Mientras el Presidente oía los informes de sus subalternos, Santiago decidió leer esos correos. Cuando acabó de leerlos interrumpió al Secretario de Estado que estaba dando su opinión de Venezuela, diciendo:
-Caballeros, acaba de iniciar la tercera Guerra Mundial.
Mandó a la pantalla vacía los correos que, al contrario de lo que había pensado, eran pedidos de ayuda de las agencias inglesas, francesas, italianas y rusas.
En ese momento, el jefe del equipo técnico entró con una cara de terror y, con la voz entrecortada, dijo:
-Creo que deben ver esto.
La pantalla uno y las tres cambiaron de imagen, se vio al Kremlin destruido, a la Torre Eiffel derrumbada, al Big Ben en llamas y al Coliseo con un hueco gigante, el silencio reino por un largo rato.
Mientras el comité se recuperaba de la impresión, nuestra periodista ya estaba libre, pero le habían advertido que si divulgaba lo que pasó le iban a quitar la residencia legal, por lo tanto sería deportada a su país de origen que era Colombia. Esa advertencia despertó aún más su curiosidad. Antes de irse de la Casa Blanca le pidió al custodio su número de celular. A través de ese medio lo trataba de convencer con su voz dulce para que la ayudara a entrevistar al discapacitado. El agente trató de escaparse diciendo:
-Mira Lulú, si te ayudo, voy a perder mi trabajo que me ha costado mucho conseguirlo.
Lulú le respondió:
-Lo único que te estoy pidiendo es que distraígas a la enfermera de ese señor 10 minutos, mientras yo le hago la entrevista.
El agente, cansado de tantas súplicas, finalmente accedió a ayudar a que la periodista consiguiera su nota.
De vuelta en la Sala Escarlata, después de que el Presidente había comprendido que estaba pasando dijo:
-Quiero saber todo sobre esos ataques, voy a declarar un receso de una hora para que puedan trabajar.
Se levantó y se fue directo al baño presidencial. Todos los demás se fueron a sus despachos. Santiago habló con el Secretario General de la ONU para pedirle que convocara una reunión urgente del Consejo de Seguridad. Cuando acabó se comunicó con el Primer Ministro de Inglaterra para ofrecerle el apoyo del gobierno estadounidense, hizo lo mismo con los jefes de gobierno de los países afectados.
El Secretario General de la ONU se volvió a comunicar para pedirle a Santiago garantías de seguridad para los representantes de los países miembros del consejo, Santiago le respondió:
-En este momento no podemos garantizar la seguridad de nadie, pero le propongo que se reúnan en una sede alterna, como por ejemplo en el búnker del Pentágono, además le puedo ofrecer que el servicio Secreto se haga cargo del traslado.
El secretario aceptó. Cuando acabó con la diplomacia, Santiago, que ya tenía hambre, se comunicó con su enfermera para pedirle que le trajera un almuerzo de inmediato. Después le ordenó a su jefe de escoltas que mandara a un agente por ella. Como todos los hombres de confianza estaban llevando a los diplomáticos al Pentágono no tuvo otra opción que mandar al “amigo” de Lulú. Este último al acabar de recibir la orden alertó a su cómplice. Lulú le respondió:
-¿No que a las dos? mentiroso.
-Siempre manda por ella cuando le da hambre, mi amigo que lo cuida me comentó que cuando está nervioso le da por comer. Como aquí la cosa está que arde, oye ¿ya viste lo que hicieron los terroristas? ya no existe la Torre Eiffel
-Ahorita lo que me importa es saber quién es ese tal Santiago.
Cuando el Presidente salió del baño le dijo al agente que lo estaba esperando afuera:
-Creo que acaba de caer una bomba biológica en mi baño.
El efectivo se sonrió.
Al otro lado de la Cueva Presidencial Santiago estaba teniendo una conversación con el Director de la CIA, el cual estaba en pleno vuelo de Hawaii a Washinton D.C. El responsable de la Agencia Central de Inteligencia empezó a informarle lo que había averiguado de los ataques: que habían dejado a la humanidad con algunos de los símbolos de la cultura occidental destruidos. Inició su reporte diciendo:
-La Torre Eiffel fue derribada por otro misil lanzado desde Siria. El Big Ben fue devastado por un avión militar kamikaze de Irán. El Kemlin quedó en ruinas gracias a otro artefacto balístico lanzado desde Chechenia y el hoyo del Coliseo se lo debemos a un coche bomba.
-¿Cómo es posible que los sistemas de defensa de nuestros países hallan fallado?
-Creemos que Irán desarrolló una pintura antirradares, por esa razón nuestros sistemas antimisiles fueron violados con esa eficacia. Los ataques ocurrieron con 5 minutos de diferencia, eso quiero decir que si planearon otro atentado en un minuto lo sabremos, ¿ya evacuaron la Torre de la Libertad?
-Creo que sí.
En otro avión del gobierno de los Estados Unidos, el Secretario de Estado le pidió a su asistente que estableciera comunicación con el Presidente de Colombia. Cuando la llamada estaba lista, el asistente se la transfirió a su jefe.
-Buenos días Presidente Funes.
El mandatario colombiano, cuando su secretaria le dijo que el secretario Rudolph estaba en la línea, se tomó su café express de un solo trago y pidió otro igual antes de sentarse a agarrar el teléfono.
La intención de esa llamada estaba clara para el jefe de estado, ya que él sabía que su país era el único aliado que tenía Estados Unidos en Latinoamérica, por lo tanto era evidente que los estadounidenses necesitaban la ayuda de Colombia para atacar a Venezuela.
La negociación comenzó con las condolencias.
-Siento mucho lo que está pasando en tu país, si hay algo que yo pueda hacer dígamelo.
-Sabía que podía contar con usted, su ayuda será recompensada en el futuro. Como ya se habrá enterado, los misiles que cayerón en Washington fueron lanzados desde Venezuela.
El colombiano al oír esa información sintió un líquido calientito entre las piernas, luego respondió:
-No lo sabía.
Su mente estaba trabajando a toda velocidad ya que él creyó que los norteamericanos querían usar como pretexto a los atentados para acabar con todos los gobiernos enemigos, pero nunca se imaginó que su homólogo venezolano se atreviera atacar al país más poderoso del mundo.

Capítulo VI
Mientras el jefe de la diplomacia norteamericana trataba de cobrar toda la ayuda que Estados Unidos le había dado a Colombia, Santiago siguió interrogando al Director de la CIA:
-¿Quién está financiando estos ataques? porqué, según tengo entendido, ninguno de los países agresores tiene fondos como para pagar ni un misil crucero, ya que su fuente de ingresos se acabó hace cinco años.
-Yo tampoco me lo puedo explicar, pero los agentes encubiertos dicen en sus informes que el presidente de Venezuela no cambió su política económica, sigue derrochando los recursos monetarios.
Lo que no sabían los occidentales era que, si bien en las entrañas de la tierra ya no quedaba ni una gota de petróleo, el presidente venezolano antes de que se agotaran sus reservas económicas, mandó traer a los mejores geólogos del mundo y les proporcionó el mejor equipo para que encontraran otro recurso mineral que remplazara al petróleo. Cuál sería la sorpresa del mandatario al saber lo que habían hallado, después de darle un beso en la boca a su secretaria le ordenó al jefe de Inteligencia que hiciera contacto con Al Qaeda, ya que ellos tienen experiencia en comercializar los diamantes, que es lo que los geólogos habían encontrado. El jefe de Inteligencia le dijo:
-¿Qué no sería mejor que los vendiera en el mercado tradicional que en el mercado negro?
El Dictador se volteó a verlo y le dijo:
-¿Y dejar pasar la oportunidad de hacer caer al Imperio?, no lo creo. Haz lo que te digo, o ¿quieres que te meta en la cárcel un año? También quiero que hagas desaparecer a esos geólogos para que no vayan corriendo a platicarle a la CIA.
A la mañana siguiente, llegó un árabe al Palacio Miraflores para concretar esa alianza macabra. Cinco años después, cuatro horas antes de que cayera el primer misil en el Capitolio, el Dictador se reunió con su gabinete de guerra en un búnker enterrado en la mitad de la selva, a través de un radio coordinaba los ataques. El último ataque que ordenó estaba por ocurrir en cualquier momento.
Mientras el Comandante de la Rebelión Bolivariana, como le gustaba llamarse, esperaba la confirmación del último ataque, Lulú estaba buscando una peluca roja. Su plan era hacerse pasar por la enfermera de Santiago, para que la dejaran pasar al búnker de la Casa Blanca, ya que los sistemas de seguridad estaban fuera de servicio. Los agentes que conocían a la enfermera Elisa estaban ocupados llevando al personal diplomático al Pentágono, esto no sería difícil.

Cuando estaba revolviendo su armario sonó su celular:
-Lulú ¿dónde estas? Necesito que vengas a la redacción inmediatamente porqué están llegando reportes de bombardeos a Londres, necesito que me ayudes a confirmarlos- era su jefe que estaba recibiendo los cables de las agencias noticiosas.
-Pero estoy en plena investigación periodística.
Cuando él leyó que la Torre Eiffel fue derrumbada dijo:
-No me importa tu investigación, te necesito aquí inmediatamente -y le colgó.
Mientras la periodista decidía que hacer, en el Consulado Británico en New York tocaron el timbre. Antes de contestar los guardias prepararon sus armas:
-Identifíquese.
-Somos el comando de seguridad del Servicio Secreto.
Cuando abrieron la reja entraron dos camionetas negras blindadas idénticas. Los guardias apuntaron sus rifles automáticos al agente que se bajó, quién tuvo que sacar su credencial lentamente para no morir. Luego dijo:
-Tranquilos, venimos a recoger al embajador Ronald Leguinskin.
El representante del Reino Unido ante el Consejo de Seguridad salió con su termo en una mano y en la otra un biscocho, el jefe del comando se acercó al diplomático, y le dijo:
-Tenemos dos opciones para llevarlo a Washington, una es en un jet privado y la otra, que es más segura, es en el expreso Roussevelt.
El embajador después de acabarse el bocado le respondió.
-Digánme algo ¿dónde sirven comida de buena calidad?, ¿en el tren o en el avión?, es que no me dio tiempo de desayunar.
-En el tren tienen un menú más variado.
-No se diga más, nos vamos en el expreso.
El convoy salió a toda velocidad rumbo a un hotel muy lujoso. En el camino el diplomático sacó una dona de su bolsillo y le dijo al chofer.
-Oiga, ¿no podemos pasar a una cafetería? es que me estoy comiendo mis reservas.
El chofer volteó a ver a su comandante, quién, para no causar un conflicto diplomático, sacó su barra energética y se la ofreció.
-¿Con esto aguanta hasta el tren?
El embajador, como no podía negarse, con un puchero dijo:
-Bueno, pero avísele al chef que quiero un desayuno tradicional americano. Cuando bajaron al estacionamiento del hotel, Ronald preguntó:
-¿Podemos pasar al restaurant? Aquí hacen el pastel de chocolate más rico que he probado.
El agente ya enojado le dijo:
-Pero ya no hay tiempo, usted tiene que estar en Washington en dos horas.
La camioneta donde iba el inglés entró a un elevador para bajar al sótano donde había una estación secreta de tren.


Capítulo VII
Mientras Ronald se acomodaba en el carro comedor, el amigo de Lulú llegó al departamento de Santiago. Tocó la puerta y le abrió una bella pelirroja, el novato le aventó el café que llevaba en la mano. Elisa, como estaba entrenada para estos imprevistos, lo esquivó con una habilidad sorprendente, el novato no sabía que decir, Elisa con una sonrisa le dijo:
-¿Me puede esperar a que traiga el almuerzo?
El agente con la cara roja, se disculpó diciendo:
-Se me safó de la mano, si quiere limpió lo que tiré.
-No es necesario.
Con una palmada activó un robot trapeador, que dejó el piso como si nada hubiera pasado.
En la Cueva Presidencial, Santiago que ya había acabado de hablar con el director de la CIA, se dirigió al despacho presidencial. Encontró a su amigo apretando una pelota antiestrés, el perro de Santiago cuando la vio de un mordisco se la quitó al Presidente. Santiago le dijo:
-Eso no se hace Duncan. Perdónalo, es que todavía está muy cachorro, bueno, te venía a informar de los bombardeos.
-A ver, dime.
Santiago le dijo todo lo que había averiguado el Director de la CIA, luego le comentó:
-Yo creo que Venezuela está financiando estos ataques, ya que es el único país de los agresores que no está en crisis económica.
El Presidente apretó un botón rojo que estaba en medio de su escritorio. Santiago le preguntó aterrorizado:
-¿Qué estás haciendo? ¿Sabes para qué es ese botón?
-Para iniciar el protocolo de lanzamiento de ojibas nucleares.
En este momento llegó el General del Estado Mayor Conjunto con un maletín en la mano.
Santiago le dijo:
-Espérate.
El general no le hizo caso. Puso el maletín en el escritorio, le pidió al Presidente que pusiera su dedo meñique en la cerradura. Santiago gritó:
-¡Alto!, primero hay que evaluar las consecuencias.
En el maletín había una diadema, el General se la puso y dijo:
-Atención a todos los arqueros, Código Negro, repito Código Negro.
Santiago le llamó a todo el Comité Escarlata.
En segundos el despacho presidencial estaba lleno de funcionarios nerviosos.
Mientras en la Cueva Presidencial se decidía el rumbo que iba a tomar la guerra, Lulú decidió que le iba a hacer caso a la primera corazonada de su carrera. Así es que le marcó a su cómplice. Él estaba tratando de retrasar a la enfermera, preguntándole del robot trapeador y de los muchos artefactos tecnológicos que tenía el departamento de Santiago. Elisa empezó a sospechar cuándo le preguntó por la licuadora.
-Es una licuadora común y corriente. Si no te importa, tengo mucha prisa, el Sr. Santiago nos va a regañar si llegamos tarde. Cuando sonó el celular el agente estaban caminando hacia la camioneta.
-Aquí Capurro, ¿allá quién?
-No seas payaso, soy Lulú. ¿Cómo vas?
-Vamos en camino, yo que tú abortaba.
-Que grosero eres, ¿cómo quieres que aborte si no estoy embarazada? Yo ya llegué a la Casa Blanca, deseame suerte.
Mientras la periodista entraba diciendo soy la enfermera del Sr. Santiago, el Secretario de Estado cuando recibió la llamada de Santiago ya había logrado que el Presidente de Colombia se comprometiera a que si fuera necesario su país colaborara militarmente. Santiago le advirtió que el Presidente había activado el Código Negro, a lo cual respondió:
-Eso es imposible, todavía ni siquiera estamos seguros de quién está detrás de todo esto.
El Secretario de Defensa, en un acto desesperado, agarró el maletín y lo cerró, porque el General del Estado Mayor Conjunto ya estaba dando las coordenadas. El encargado de asesorar al Presidente militarmente se levantó iracundo y le reclamó:
-¿Por qué cerraste ese maletín? ¿No ves que se desactiva el Código Negro?.
El Secretario respondió:
-Por eso lo hice, además tú no tienes autoridad para agarrar el maletín, el único que lo puede agarrar soy yo y el Presidente.
- Lo agarré porqué tú estabas ocupado hablando con tu mujer.
Mientras los militares se peleaban, Santiago le dijo al Presidente:
-¿Podemos hablar a solas?
Williams se levantó con otra pelota antiestress en la mano y dijo:
-Me tengo que tomar una aspirina, vamos al comedor.

Capítulo VIII
Mientras los dos amigos estaban yendo al comedor de la Cueva, el embajador Ronald iba a pedir su segundo plato de Hot cakes, cuando vio llegar a la representante de Australia ante el Consejo se levantó como rayo a saludarla.
-Buenos días embajadora Bianca, ¿cómo ha estado?
A la embajadora no le dio tiempo de contestar el saludo porque en ese momento su celular sonó, cuando colgó empezó a llorar. El inglés no tuvo otra opción que abrazarla y preguntarle:
-No me diga que atacaron en su país.
La embajadora asintió con la cabeza, y con la voz entrecortada dijo:
-Un misil cayó en el Teatro de la Ópera, y mi hija, que estaba en servicio, lo estaba cuidando.
Cuando acabó de hablar se levantó y se fue llorando al baño. El británico se secó las lágrimas y le llamó al Primer Ministro de Inglaterra.
-El último ataque fue en Sydney, ¿qué vamos hacer si continúan?
El Jefe de Gobierno Inglés, que estaba en un búnker de la Segunda Guerra Mundial con su gabinete de emergencia, le respondió:
-Quiero que apoyes una ofensiva militar en contra de los países agresores, ya me puse de acuerdo con el presidente de Francia, me falta el presidente Williams que no contesta el teléfono rojo, tampoco me he podido comunicar con el presidente de Rusia. China nos va apoyar.
-De acuerdo.
-¿Te puedo hacer una pregunta personal Ronald? ¿Ya rompiste tu dieta?
-Pues sí, es que cuando estoy nervioso no puedo evitar comer.
-¿No qué ibas a enflacar para conquistar a Bianca?
-Ya ni me digas, la pobre perdió a su hija en el ataque a Sydney.
- Bueno, te tengo que dejar porque el M16 me tiene información fresca.
-Seguimos en contacto.
Cuando el embajador cerró su celular le pidió a un mesero que iba pasando una charola de rosquillas.
Mientras el inglés se acababa su orden, Lulú ya había logrado pasar el primer retén, le faltaban dos.

Santiago para romper el hielo le dijo al Presidente:
-Tengo hambre y Elisa no llega.
-Si quieres le ordeno a un agente que te dé de comer.
-No gracias, sería un desastre de proporciones nucleares, y hablando de eso, ¿por qué apretaste el botón atómico?
-Quería que el secretario Isaac me diera su opinión acerca de la posibilidad de un lanzamiento.
-Pero, ¿por qué usaste ese botón?, le podías haber llamado de la manera tradicional.
El Presidente se defendió diciendo:
-A mí me dijeron que ese botón era para cuestiones nucleares, yo no sabía que el General Rice tuviera tanto interés en declarar el Código Negro.

Lulú llamó la atención de un agente porque se quedó viendo un retrato del presidente Clinton.
-¡Usted! ¿Qué hace aquí?
Lulú se volteó bruscamente y dijo:
-Soy la enfermera del Sr. Santiago -y huyó marchando cual soldado.
El efectivo pensó:
-¿Qué le vio a esta loca el Sr. Santiago para contratarla?
Mientras tanto, la verdadera enfermera estaba varada en una estación de metanol. Cuando su chofer vio la cola para obtener combustible le dijo:
-Te tengo una mala noticia, la camioneta se va a quedar sin metanol, en cualquier momento se apaga.
Cuando el misil hizo impacto a la mitad del Teatro de la Ópera un indigente que estaba a una cuadra se llevó la mano a la boca y dijo:
-Alá es grande.
Ésa era la clave que confirmaba que el ataque se consumó.
El comandante de la Rebelión Bolivariana, al recibir la confirmación, le dijo al árabe que estaba sentado a su lado:
-En cualquier momento vamos a recibir la respuesta, espero que tus hombres estén listos para combatir al Imperio.
Efectivamente, para ese momento, los hombres de Al Qaeda estaban preparados para luchar mano a mano con los ejércitos de los países que, en una reunión secreta, habían firmado la declaración de la Rebelión Bolivariana. Organizaciones terroristas y países que consideraban a los Estados Unidos el enemigo a vencer, se comprometieron a combatir como un solo ejército para liberar al mundo del Imperio. Para ello, cada país u organización tenía que atacar ya sea al Imperio en sí, o a un aliado. El que planeó la estrategía era un joven prodigio que estudiaba en la Universidad de Virginia Tec, que se convirtió en musulmán después de acabar la carrera de Matemáticas. Fue reclutado por AlQaeda, rápidamente sobresalió por su inteligencia, por lo tanto el líder de AlQaeda lo designó para planear la ofensiva mundial.
Mientras los terroristas se preparaban para hacerles frente a los occidentales, el Primer Ministro de Inglaterra estaba teniendo una videoconferencia con el jefe del Servicio de Inteligencia Exterior. Le estaba informando que pocos minutos después del ataque al Big Ben, la policía había encontrado a un sospechoso y que necesitaban su autorización para utilizar la sustancia esmeralda porque el sospechoso se negaba a colaborar. Esta sustancia cuando entraba al sistema nervioso activaba todos los receptores de dolor.
Mientras el jefe de gobierno británico decidía si autorizaba la inyección, Lulú llegó a la puerta de cristal. Para la buena suerte de la reportera, el sistema de reconocimiento de huellas digitales fue remplazado por cuatro soldados que tenían órdenes de dejar pasar a una pelirroja sin preguntar nada, así es que Lulú pasó sin problemas. Lo que no sabía era que el sistema de reconocimiento de iris no fue desconectado.

Capítulo IX
Finalmente el jefe de gobierno británico tomó la decisión de autorizar el método de interrogación no tradicional. El comandante encargado del interrogatorio, al recibir la autorización, sacó una jeringa cuyo contenido era un líquido verde esmeralda. Se lo inyectó al sospechoso el cual se cayó de la silla y comenzó a gritar revolcándose de dolor. El comandante se agachó y le enseñó otra jeringa:
-Este es el antídoto. Si quieres que tu dolor pare dime lo que quiero saber.
El sospechoso le contestó:
-Mi trabajo era confirmar que el ataque se había realizado con éxito.
A Lulú se le hizo muy extraño que en esa entrada no hubiera guardias. El sistema de seguridad al identificar el iris de la periodista, activó la alerta de intruso en el sector número uno de la Cueva Presidencial que, cuando trabajaba normalmente, bloqueaba ese aceso.Como la computadora que daba la orden se quemó, Lulú no tuvo problemas para abrir la última puerta de seguridad. En todas las pantallas del cuarto de control apareció un aviso de intruso. Inmediatamente el jefe del Servicio Secreto ordenó que las cámaras enfocaran ese sector. Cuando vio el cabello rojo desactivó la alerta. Pero el jefe de escoltas de Santiago se quedó viendo la imagen. Grito:
-Esa no es Elisa, intrusa en la cueva. Quiero que la neutralicen.
Ya era demasiado tarde, Lulú había visto al Presidente platicando con el paralítico. Cuando el Presidente vio a la reportera se le desencajó la cara y una lágrima corrió por su mejilla. Los agentes llegaron corriendo y Santiago volteó a ver que pasaba. Vio caer a la reportera y oyó la voz de su enfermera, que venía de su computadora, diciendo:
-Creo que nos tendieron una trampa -, inmediatamente Santiago comprendió que pasaba a su alrededor y le dijo:
-Elisa quiero que traigan mi maleta roja y si quieres venir conmigo trae la tuya.
El Presidente agarró la silla y se lo llevó corriendo a su despacho. Cuando llegaron Wiliams se hincó y le dijo:
-No me dejes ahorita.

Cuando Elisa vio al agente Capurro consultar su reloj nuevamente, se salió de la camioneta corriendo y le marcó a su jefe y le dijo:
-Creo que nos tendieron una trampa.
Tomó un taxi rumbo al departamento, ya sabía lo que tenía que hacer. Meter en la maleta roja el equipo indispensable para su jefe, que era una computadora de repuesto y una batería de emergencia para la silla, también tenía que meter ropa para todo tipo de clima y los popotes flexibles.
Mientras Elisa decidía si iba acompañar a su jefe, todos los integrantes del comité ya se habían enterado del incidente y aguardaban la noticia que iba a salir del despacho.
-Pero aceptaste mis condiciones -le dijo Santiago al Presidente- en mi contrato está muy claro que en el momento que un civil me viera en una situación comprometedora yo me tendría que ir del país.
-Pero no entiendo por qué no quieres que los norteamericanos sepan que tú eres mi asesor.
Santiago le respondió:
-La sociedad no está preparada para aceptar que un cuadrapléjico sea el asesor del Presidente. En estos momentos el mundo necesita un líder fuerte, si nuestros enemigos se enteran te van a quitar credibilidad, por lo tanto vas a perder el liderazgo.
-¿Y si hago desaparecer a la intrusa?
-Los familiares van a investigar porque desapareció y vamos acabar en el exilio si bien nos va. Yo mejor me voy y tú puedes seguir siendo el Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, que era tu sueño.
-¿Te puedo pedir tu avión prestado?, es que tiene los mejores sistemas de seguridad. Como están las cosas ahorita si me voy en otro avión es probable que no llegue a mi destino.
-¿A dónde te vas a ir?
-No sé, hasta donde alcance el hidrógeno de los tanques.
Elisa cuando estaba haciendo la maleta encontró su cuaderno de la Universidad de Enfermería Militar. Se acordó que Santiago le ayudaba a estudiar cuando tenía examen de Fisiología.
Pensó -lo tengo que acompañar, ¿quién le va a hacer su pastel de chocolate si no voy yo?, así es que agarró otra maleta y metió primero el robot trapeador.
Cuando Santiago salió del despacho le llamó a su jefe de escoltas y le dijo:
-Avísale al piloto del Fuerza Aérea Uno que llene los tanques al máximo porque partimos en media hora.
Mientras Santiago designaba al asesor de Seguridad Nacional como su remplazó, el Comandante en Jefe del equipo de interrogatorio le informaba al Primer Ministro de Inglaterra los resultados. El jefe del gobierno británico cuando acabó de oír los informes dio la orden de invadir Venezuela.
Media hora después, en la pista principal del aeropuerto de Washington había dos aviones esperando a que les dieran permiso de despegar. El primero tenía como destino el aeropuerto internacional de Bogotá, Colombia. El destino final del otro avión era desconocido.

Texto agregado el 27-02-2008, y leído por 91 visitantes. (1 voto)


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