No se si a alguien importe esta breve nota, es más, no se si alguien la hubiera necesitado, pero más vale que esté aquí de mas a que se extrañe su ausencia.
Mil perdones a todo aquel amigo que me visita, mil perdones por la ausencia y el silencio, pero hace mes y medio que recibí una mensaje en la cola de una cometa, el mensaje decía textual:
"Ven por los dos minutos de felicidad que te corresponden"
Entonces yo -que tanto necesitaba de una buena noticia- obedecí... y siguiendo al presentimiento, a la corazonada incierta, partí de este sitio a un mundo de realidades, me volví a montar en un avión, volví a temblar de miedo al saber que debajo estaba el abismo azul y peor aún, que dentro de mí se agitaba un abismo aún más grande, en absoluta rebeldía con su propia naturaleza.
Estuve ausente porque fuí por mi cuota de felicidad, esos dos minutos de los que alguna vez habló Borges en una entrevista añeja. Aún me siento sublimada, estas goticas de amor, son un suero espeso que me tiene sublimada, fuera de mí y a la vez tan dentro.
Hice mío el poco tiempo que se consume. Detrás, queda un pasado en corto, delante, un tiempo largo al que gusto de llamarle porvenir.
Han sido dìas en la marina, presenciando el ir y venir de yates y pequeñas embarcaciones, han sido días dìficiles y complicados porque hacía mucho que no libraba una batalla para ganarme el derecho de la dicha.
Han sido días de afortunado desvelo, de múltiples canciones, de mojito cubano, días de morder la hierbabuena que provoca la frescura de un viento al que arrimar mi propio cuerpo y mi propio beso. De sentir la orilla frágil del hombre al que hoy quiero, de su espalda que emerge en la oscuridad y se yergue como una vela. Una espalda que mientras se recorre de abajo hacia arriba pasa de la cintura joven a la madurez de los hombros.
Un rayo es lo que ha caído en los ojos revestidos de pestañas inmensas, como es inmensa esta lluvia que baja de no se qué parte del cielo.
Este surco que revelo, la comisura de la boca que es lo mismo una isla prófuga, que amplia bahía, y luego, aire que impulsa los sonidos de un instrumento de viento.
Extraño brebaje es este de la felicidad, dos minutos que se condensan, extracto de la vida, antídoto contra la miseria del alma. Paliativo, premio, consuelo.
Dos minutos de felicidad para el camino, para el tramo que se ofrece nuevo, lleno de cosas que no se sabe qué deparan. |