Las caries me estallaron, los huesos me estallaron
las costillas una masa muerta, en su cabeza hay una bomba
en su cabeza nadan circuitos frágiles, en sus pulmones sangre
en sus pulmones mi sangre negra enfriándose, escapando
Los dedos me dolieron, los ojos me dolieron
el alma una concha gastada, una encía vieja
en su piel una infección de kilómetros de llanto
en su piel una sábana mortuoria de mis recuerdos más felices
Yo mataba por tu espaldita de libélula turquesa
yo empeñaba la cordura por tu almita de crisálida soñada
yo ahora mato por matarte y no me dejan
yo ahora me zambullo en el miedo hondo
yo ahora me aterrorizo con tu dolor futuro
tus primeros alientos agonizan en mi bilis
en mi paladar amargo, en mis uñas enquistadas
de arena, de tierra, de piedras, de barro
Para los cóndores carroña, para los cóndores nada
para tu padre un mandoble clavado en la garganta
para los árboles abono, para los perros una burla
para tu padre muerte grande, para tu padre vendavales
nuevos vendavales despeñándose en su nuca
Un uniforme blanco austero tronando veredictos
¡Higroma quistico encapotado con cruces!
Su rostro vacuo incompasible modulando
pronunciando las letras de tu muerte
comiéndose la z del final de tu apellido
tragándose tu cara con cara de estocado
Una imagen fantasmal de tu cuerpo cubista
latiendo a volúmenes desconsolados
combatiendo con la carne de tu madre
por quedarte imbricado en sus paredes
para no salir, para no respirar
para que te amemos para siempre
hasta que no existan soles ni dioses
ni leyes ni hombres ni conservadores
para no morir

Que no alcanzará a reír siquiera una semana
mi hijo vive muerto en la sangre de su madre
y con la mía se va lejos a los suaves ataúdes
no sabrá de cunas, ni de mi voz diciendo
Te amo, te amo tanto mi pequeño hijo muerto