Salió de la oficina bajo un rocío de gotas sudorosas, compartiendo esa pesada carga citadina de calles y avenidas. Con los pies cansados y un maletín a cuestas, prosiguió su camino de regreso. El reloj en su muñeca seguía marcando la incertidumbre de los días bajo un remolino de horas y minutos, donde la gravedad se hundía en aires pegajosos de hartazgos cotidianos. Entonces apresuró sus pasos sobre las baldosas, para llegar puntual a una última cita de negocios. Mientras, aquella noche era una neblina persistente; la misma que envolvía su insignificante vida...
Texto agregado el 10-04-2004, y leído por 331
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Lectores Opinan
14-04-2004
Tendría que darle un vuelco a su vida. Al constumbrismo se acostumbra. Besos franlend
12-04-2004
Insignificancia, puaj!!! anemona
11-04-2004
Muchas veces nos sentimos imbéciles e intrascendentes. A menudo, esa niebla que envuelve a tu personaje, se introduce en mi cabeza para nublarme el entendimiento y hacerme trizas las pocas convicciones que tengo. Pero eso se me pasa escribiendo. Entonces la niebla se diluye y se transforma en palabras... GUI