Era bonito recordar esas épocas, cuando todos eramos un poco más jóvenes y creíamos que todo iba a salir bien, que todo era gastar, follar o dormir. Ahora que todo estaba dado a la mierda era bueno regresar y ver que nada pudo haber estado más alejado de la realidad, que nada estuvo bien, que todo salio tan mal como pudo haber salido. Incluso más. Había que levantarse y hacerlo otra vez. Porque no importaba cuanto se jodiese el coco embutiendo mierda a todo vapor, cuanto se le robase a la vida para seguir tragando aire, cuanto se auto-destruyece en aras de un futuro corto; en la mañana siempre habia que levantarse a hacerlo todo otra vez y otra vez y otra vez y otra vez....
Había que soportar día tras día la respiración asmática de la espectativa natural y colectiva sobre el hombro y detrás de la oreja, viendo qué era lo que hacías con tus horas de juventud, a qué horas te masturbabas compulsivamente o mostrabas un signo de debilidad. Para hacerte mierda y tirar los restos. Había que hacerlo para probar que eras algo parecido a una parte funcional de la sociedad, que no eras un jodido marica o un loco o ambos.
Había también que decir lo lógico y trillado, no lo que querías o se te ocurriese en el momento. Eramos jóvenes y la idea de todos era encajar. Eramos jóvenes, aún parece una excusa y no lo es, pareciamos aburridos pero eramos sarcásticos o cínicos o profundos o realmente aburridos, ¿Quién coño sabe? vivíamos lo más complicadamente posible; cada vuelta de ropa cambiabamos de parecer para fastidiarnos o fastidiar a alguien o ponernos en la frente de algún joputa que creía en serio que vendría una especie de salvación a llevarse la pobreza, el hambre, la miseria, la guerra, etc. que nos daría paz a todos y que curaría nuestros males arraigados y auto-inducidos. Era bello quemar/destruir/fornicar/llorar/fumar como si no hubiera mañana, pero si lo había y vino. Vino a decirnos que el desayuno para el futuro inmediato era mierda.
Y un día morías de vergüenza o de viejo y nada más importaba. Parecía la solución pero no lo era.
[Ladrar de vez en cuando es bueno para un hombre, le recuerda que a pesar de toda la mierda que pueda ser sigue siendo, inexorablemente, humano] |