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*Son RELATOS:

"Un cuento nunca mengua
al ser contado".
Proverbio escocés.


NADIE SOSPECHA


Corría el decimotercer año del recién estrenado milenio, aniversario de la gran deflagración. Blenda y Ruth ya habían dejado de ser las alocadas colegialas que traían en jaque los esforzados desvelos de sus padres, atentos en toda ocasión para que aquellas varitas tiernas crecieran sin torcerse. Al fin parecía que tanta preocupación había dado su fruto y ahora, convertidas en dos chicas responsables, se bastaban por sí mismas para ganarse el sustento con sus hábiles merecimientos. Ellas no lo conocieron, pero antes ya habían oído por boca de sus padres de los devastadores efectos de la gran crisis, aquellos duros tiempos que siguieron cuando el mundo entero se estremeció. Los sacrificios de sus padres sirvieron para que ellas recibieran una adecuada educación, libres y ajenas a lo que tomaban por horrendos recuerdos de una pasada prehistoria que nada tenía que ver con su tiempo actual.
Ahora disponían de su propio apartamento en la ciudad, a apenas una hora de tren de la casa paterna. Desde hacía un año cada una costeaba el suyo, no se lo habían contado a sus padres para no preocuparles, sabían además que no lo aprobarían. Almorzaban siempre juntas y si, por motivos de trabajo no podían verse algún día, se llamaban por teléfono al final de la jornada para intercambiar impresiones. Ruth sabía por su hermana de los avances conseguidos desde que aceptó el reto y firmó contrato con la Central Química Nuclear, fue poco después cuando decidieron adquirir un apartamento para cada una, innegable señal de que iban por cauce seguro. Desde entonces, Ruth se quedó sola a cargo de la Asesoría, desbordada de tareas, pero señal también inequívoca de que la suerte les sonreía. Envidiaba la valentía de su hermana y el afortunado salto laboral que le permitía cada mes engrosar la cuantía de su nada despreciable nómina. Blenda se lo contaba, mencionaba la calidad de medios, posibilidades de ascenso, hablaba de cifras crecientes a las que ella nunca tendría opción ni aún dedicando horas extras. Eran mellizas y siempre habían compartido todo, pero Ruth la quería, era su hermana.
Blenda le había comentado sobre el nuevo Director General de la Compañía, el señor Martín era un hombre joven proveniente de la capital del estado y que se había incorporado al puesto hacía unos meses. En su calidad de Ayudante Técnico eran frecuentes las reuniones de su departamento con la Dirección y, ahora, el nuevo Director General se había animado a cumplir lo pactado y la había invitado a cenar, fiel a la política de empatizar con los integrantes de la Compañía.
Blenda invitó también a su hermana, aprovechaba así para evitar quedarse a solas con el mandamás bajo el pretexto de que conociera de cerca su entorno familiar. Blenda era más fría para eso, si no le gustaba el muchacho sólo por dinero era capaz de aceptar un compromiso. A Ruth le sacaba de quicio aquella interesada capacidad que tan óptimos resultados le proporcionaba a su hermana. Habían pasado la tarde en el apartamento, concentradas en la cocina para preparar los spaguettis a la carbonara como sólo ellas sabían aderezar. Ruth se ocupó del postre. Los aperitivos y segundos platos los encargaron a un restaurante cercano.
Poco antes de las nueve de la noche sonó el timbre y las dos hermanas, elegantes para la ocasión, recibieron con sincronizada amabilidad al invitado. La velada transcurrió agradable, con estudiado desenfado la conversación tocó áreas variadas desde política e historia social a la música y artistas contemporáneos televisivos. Amparada en un segundo plano, Ruth analizaba los gestos del Jefe de su hermana. Parecía una persona seria, casi rígida de principios, pero fuerte y apuesto, de una belleza escultural en sus rasgos, de ademanes lentos, que lo convertían en atractivo aún cuando su atlética constitución permaneciera en reposo. Influída por el cava, Ruth se atrevió a bromear con algún chiste sobre homosexuales, pero enseguida recobró la compostura. Sobre todo cuando el señor Martín se interesó por su trabajo, con tantas preguntas por sus preferencias y su bienestar a Ruth se le agrandaron los ojos y las expectativas. Blenda le hizo un guiño mientras recogía las copas, sí, a Ruth también le pareció entrever posibilidades, incluso no descartaba seguir los pasos de su hermana, aunque en algo no era igual a ella... Pero lo cierto es que aquel hombre le gustaba, quién sabe!...
Cuando se despidieron, Blenda y Ruth se emplazaron al día siguiente para intercambiar sus confidencias, ahora estaban bastante cansadas, pero Blenda allanó el terreno...
-...Ya me he dado cuenta, Ruth. Por mí, todo tuyo! Nunca tendría nada con un Jefe, ¿estás loca?...
Ruth albergaba más y más esperanzas:
-Tienes que citarle para repetir, iremos al restaurante de la Plaza... Ya hablaremos. Hasta mañana, Blenda!
Esa noche el señor Martín llegó tarde a su casa, nadie le esperaba. Sin atisbo de cansancio comenzó a desvestirse. La cena con aquellas chicas lejos de aburrirle le había servido de prueba para controlar todos los pormenores de la situación. Formaba parte de su misión, había sido entrenado para soportar y escrutar los más insignificantes detalles de las relaciones humanas. Sin embargo el efecto de las especias le obligó a emitir un sonido gutural que no pudo refrenar. Se aflojó la corbata y cedió también la presión sobre el cuello. Tiró de las orejas hacia delante despojándose de la fina tira de piel que le cubría el rostro y que, con cuidado, posó sobre el líquido de la bandeja en el lavabo, pues debería servirle para el día siguiente. Quedaron al descubierto sus brillantes escamas verdes, iridiscentes, perfectas y ensambladas. La aleta dorsal de su espalda se liberó en una erizada cresta, al tiempo que sus ojos vidriosos, de amarillo oro, estrecharon la pupila. Los efluvios del aromatizado aliento le obligaron a chasquear su larga lengua bífida sin lograr evitar que otro ruido gutural se escapase...


El autor.
luistamargo@hotmail.com



*”Es una Colección de Cuadernos con Corazón”, de Luis Tamargo.-

Texto agregado el 10-04-2004, y leído por 158 visitantes. (0 votos)


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