Una narración que no termino... que no completo. Como cada noche, como cada mañana, despertar me duele. El cuerpo, la memoria, la mente. El alma perdida, la pérdida del alma, el silencio de encontrarte en mi mano, con la injusta sensación de haber quedado con vida mientras tu cuerpo se iba.

La noche es eterna desde que un día dejé de amanecer. Tengo un resguardo enorme, en un vientre lleno de cardenales, pero la comprensión de ser es algo que me permite evadirme, que me empuja a no poder dormir.

La comprensión del ser, dije, mientras digo que no puedo dormir, es aceptar que nuestra carne se muere desde que nace. Nada crece, nada vive, duerme para encontrar el impulso vanidoso de tener que seguir con vida. Desgaste de ser, memoria que no aparece hasta que todo se calla. Hasta que nada nos queda.

Hoy hace ya 5 años que comprendí que la tierra es el polvo, que el polvo nos deja su lugar en la noche oscura, que somos una bolsa de líquido moribundo. Que la enfermedad es total cuando la salud es buena.

La comprensión del ser, además, me ha dejado del lado muerto de mi cerebro. De noche ya no duermo. Ni con pastillas, ni con alcohol. La extraña suavidad de la muerte se llega a mi costado, me muerde el pecho, y despierto con lágrimas en las manos.

Ya no más ser así, por que se nota en la noche que hemos desaparecido. Tal vez para ocultarnos de esas panteras que vagan en la noche por el templo. Tal vez para ser panteras, y noche muerta, al fin, panteras y dormir.