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Jean Paul Sartre tenía una particular filosofía acerca de la libertad. Si nos detenemos en La Naúsea, A Puerta Cerrada, o de un modo más desarrollado en El Ser y la Nada, comprobamos como el literato francés defiende que la desdicha del hombre está en su propia libertad, y es la capacidad de decisión sobre su destino lo que le lleva a la condena. Simone de Beauvoir, extraña pareja del escritor francés, sin embargo le era bastante contraria en este sentido. Su opinión, influenciada por su pertenencia a movimientos feministas obviamente bajo represalia, afirmaba que precisamente la condena residía en la falta de libertad. Este choque, que puede parecer completamente antagonista e irreconciliable, no lo es tanto.
Recurriendo al vox populi, uno encuentra a menudo expresiones como “Habéis nacido teniendo todo, y sin embargo sois desagradecidos”. Asuntos como la drogadicción, el alcoholismo en los jóvenes, vienen precedidos sine qua non por una previa desidia habitual en nuestra generación. Se habla de tedio, depresión y aburrimiento, como adjetivos inherentes a nuestra propia conducta. La excesiva preocupación por la estética, la desmotivación o la falta de vocación son claros ejemplos de la tesis sartriana.

El análisis a estas alturas debe resultar intuitivo. Aquellas generaciones que nos precedieron, que vivieron bajo un yugo, tuvieron que fundamentar su propia condena en la represión, siendo la búsqueda de libertad un motivo de logro. Aquellas generaciones que vivieron en ausencia de libertad, como Simone de Beauvoir, vieron en dicha asuencia su condena.
Sin embargo, a fecha de hoy, esta ausencia de represiones nos lleva a esa libertad sartriana, de decisión pura, donde la condición humana se hace plena, y por ende, la felicidad se desvanece. La libertad no nos conduce a la felicidad, sino al tedio. Como Antoine Roquetin en La Nausea, ante la libertad no podemos sino sentir mareo y vértigo, puesto que la decisión absoluta nos intimida.
El lector habrá comprendido a estas alturas que la problemática que plantea esta paradoja resulta bastante caústica. En dos premisas, si la ausencia de libertad conlleva condena y la libertad en sí provoca tedio, tan solo la búsqueda de la libertad conllevará una motivación. Debate irresoluto, toda vez que tan solo puede procederse a la búsqueda de un objeto cuando éste está ausente, y la presencia de éste evita su busca. El razonamiento acerca de la voluntad, de un Schopenhauer en su primera etapa, resuelve esta sensible contradicción: Tan solo nos satisfacen las libertades, si además de gozar de ellas, hemos luchado por ellas.

Texto agregado el 10-04-2004, y leído por 198 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
11-04-2004 Artículo publicado en la columna "Tras el Espejo" en Febrero de 2004 dario_b_malik
 
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