La psicología ha pretendido durante años explicar la conducta humana. No es baladí que semejante tarea haya ido evolucionando en su paradigma de estudio, desde sus inicios más psicoanalistas y espirituales, hacia un modelo fundamentado en la lógica causal de la física clásica. Es una ciencia joven, y por ello, su evolución ha ido adquiriendo mayor rigor científico, sin que ciertos postulados hayan caído definitivamente. En la actualidad el modelo cognitivo-conductual integrador es el más plausible. Éste engloba la genética, la filogénesis, el desarrollo, la interpretación de los hechos por parte de los sujetos, la antropología social, el conductismo (reflejos, y conductas aprendidas de premio y castigo) e incluso los límites que pone el lenguaje al pensamiento. A menudo disfruto comparando este modelo con la meteorología. Es una ciencia plausible, teóricamente correcta, sujeta a una ecuación. Pero tantas son sus variables, que el resultado por incalculable resulta impredecible. Lo mismo que el hombre no puede anticipar un tornado, le resulta inaccesible predecir un estallido de ira. Sin embargo, a pesar de este error en la aplicación, sus postulados teóricos son correctos. Bebe de la física clásica, fundamentado en una ley de causalidad, donde toda consecuencia tiene un origen lógico que la desencadena. Falla en la práctica, por lo incontrolable de sus variables. Pero su teoría guarda una lógica aplastante.
Sin embargo, si la Física evolucionó con la teoría cuántica, la psicología ha de continuar esa linde. La teoría cuántica, como característica general que destacaría, rompe con la ley de causa y efecto, introduciendo el concepto del azar como elemento ineludible de los sucesos que se dan en el universo. Según palabras de un compañero de fatigas, la física clásica defiende que al lanzar una moneda hay un 50% de probabilidades de que sea cara, y un 50% de que sea cruz. Según el paradigma cuántico en cambio, se dan estos dos resultados simultáneamente, aunque solo uno es observable por el ambiente y la influencia del azar. Por tanto, los universos paralelos resultantes de este puro azar (no probabilístico) son infinitos.
La conclusión por tanto, en su aplicación psicológica, es ligeramente comparativa. El modelo clásico defiende que un enorme número de variables presentes, pasadas, e interpretaciones individuales sobre las futuras consecuencias, hacen al ser humano realizar una conducta o tomar una decisión en un momento determinado: En definitiva, quien es cada uno en un momento de su vida.
Un modelo cuántico de la Psicología no solo tendría en cuenta todo esto, sino cada una de las opciones alternativas que podía haber tomado, y las “personas paralelas” que podrían haberse derivado de ellas.
Con seguridad, la aplicación práctica resultaría aún más impredecible, pero para un romántico de la epistemología, le resulta ineludible proponer semejante paradigma.