Arrastrando una pesada espada,
de unos 17 kilos trescientos cincuenta gramos por el suelo de mi casa,
llego al baño y,
frente al espejo-Fiusssschssssss-,
enciendo una cerilla.
Abro la boca y digo,
“Te desprecio. Por aptitudes como la tuya, el mundo no es mejor”.
Al tipo del espejo no le gustan los perros,
opina que se humillan de las patas traseras,
con demasiada frecuencia, y que, sin dignidad,
no se puede ser,
ni perro.
Aunque también puede que se arrastren por amor.
Ella, que es de agua,
duerme,
ajena a esta guerra que libro en el lavabo.
Hoy quise que viniera conmigo a comerse una pera al mar, que está tan cerca.
Y en el mar, me tocó la cara como si yo fuera a romperme, A mí,
que soy tan fuerte.
Dice que miro el mar como si ya me hubiera ido, hace tiempo.
Yo, que aprendí inglés de un libro en inglés para aprender español,
quise decirle que sus manos, lo eran todo;
pero el tipo del espejo la apartó de mí, y la onda expansiva,
la desoló por completo hasta que fue sólo algo, estéril,
camino de casa por el paseo marítimo.
“Eh, tipo del espejo ¿qué tal si te parto la cara?”
El muy cabrón ni siquiera pestañea. |