Ya había pasado media hora y seguía cavilando. No encontraba la maldita bolsa, había mirado varias veces y nada. Le sudaban las manos. ¿Y si le hacía falta ahora? Volvió a mirar, inútil, no estaba. No lograba concentrarse, era una obsesión ya. Allí sentada, y dándole vueltas. Tendría que hacer algo. Preguntar, tal vez. Intentó pensar en la lista de la compra, para olvidarse momentáneamente. Nada. ¿Dónde estará la bolsa? Ay. Ay. "Por favor, podría..." No me dejó terminar la frase. Mi compañero de asiento me sonrió comprensivo y me acercó su bolsa. Uff. Por poco. La azafata estaba comentando algo sobre unas turbulencias. Un gusto amargo subía por mi garganta.