Esa noche sentía como la música entraba por todo su cuerpo de una manera diferente. Cada nota le hacia estremecerse de una manera absurda pero hermosa a la vez. Podía escuchar cada instrumento por separado, como si cada uno de los músicos estaría haciendo un solo durante todo el tema. Aquel disco habrá durado una hora, pero para el fueron días enteros. Tirado en su cama, solo, fumando un cigarrillo tras otro, escuchando la música a lo máximo que podía su humilde equipo. Cada tema era igual: al comienzo lo disfrutaba tranquilamente, pero cuando el solo de guitarra comenzaba su cuerpo se preparaba para estremecerse casi continuamente. Si eran notas lentas y alargadas sentía como si su propio cuerpo se agrandara. Si las notas eran rápidas y cortas su cuerpo parecía encogerse. En cierto momento cuando sonaban los últimos fraseos del último tema, dejo de sentir la música de ese modo. Se quedo estupefacto escuchándola del mismo modo que todos los días. Cuando el disco por fin termino, el volvió a poner el disco. Solo para darse cuanta que lo seguía escuchando como todos los días. Y nunca más en su vida lo volvió a escuchar así. Fue un secreto que su alma no quiso revelarle. Fue una experiencia de esas que ni tú recuerdas bien. Acaso fue un sueño. No lo sabe. Pero siempre que suena alguno de los blues de ese disco, su corazón se predispone a volver a sentir la vieja música de aquella forma tan especial. Tal vez así la sientan los que la crean y tocan. Quien sabe.