Me pregunto a esta hora de la noche, frente a una fría taza de café, embriagado de humo de tabaco, si hay algo peor que una noche de mosquitos...no recuerdo experiencia más desagradable que estar cansado y llegar a casa, acostarse y, en el instante justo en que estás por pasar al limbo de los sueños, sentir ese agudo silbido, ese tormentoso chillido que acosa la tibieza de la noche.
Prendes la luz y, cual guerrillero o estratega, el maldito se mimetiza entre los colores del cuarto hasta que te das por vencido, apagas la luz y el ciclo se reanuda, minando tus deseos de disfrutar de la paz de ese estado semejante a la muerte.
Yo y mis mosquitos... A diario los pezquiso...trato de vislumbrarlos entre sus mímesis y mutaciones. Los siento venir desde infinitas direcciones, ajenos a las horas...ajenos al dónde. Están aquí para condenarme, para punzarme de venenos y extraer de mi alma la sangre bullente.
Hay noches en que no se aparecen y podría decirse que hasta los extraño, pues, a fuerza de costumbre, sus zumbidos lacerantes ya son parte de mi, laten con mi latir.
Quizà algún día se encienda la luz y pueda descubrir sus nebulosas, pero verdaderas sombras. Tal vez los miraré y me mirarán. Tal vez nos horrorizaremos los unos del otro o tal vez firmemos la paz en la secreta esquina de una noche.
...Tal vez sean ellos los que definitivamente apaguen la luz... |