Hemos estado aqui antes,
la última vez que que tocaste a mi puerta.
Estabas llorando
jamás lograrías lo que querías, decías.
Intentaba secarte las lágrimas
pero por más que lo intentara
restos de ellas se habían ya incrustado en tu alma
y tu corazón.
Querías cambiar tu actitud, gritabas a nadie.
Querías mirar todo desde afuera,
cambiar tus ojos con los míos para entender lo que decía.
"Esta es la respuesta" es lo que escribiste en la carta que me diste para entregársela.
No pude evitar leerla, y tampoco te importaba si lo hacía.
Me miraste y sonreíste,
"gracias" me dijiste, intentando mantener tu voz firme.
Esa fue la última vez que nos vimos.
Juraste no olvidarme nunca
y después de todo lo que por ti hice,
me abandonas como si no me hubieras conocido nunca.
Es que nunca pude decirte lo que de verdad quería.
Ahora, ya no importa.
Estamos lejos, no me escuchas estando frente a mi.
Mi voz parece ya no alcanzarte.
Quizás nunca lo hizo realmente.
Prefiero pensar que jamás te importé realmente.
Que mientras te hablaba con mis mentiras más dulces para hacerte sentir bien tu oías lo que querías, targiversando mis palabras en suaves caricias imaginarias de aquella por la que llorabas.
No fue una, ni dos, ni tres veces que estubimos así de cerca,
¿qué pasó, entonces?
Como todos los hombres, me usaste y me reemplazaste.
Fui uno más de tus pañuelos para secar tus lágrimas, uno más de tus hombros para apoyarte, uno más de tus oídos siempre disponibles para escuchar tus reclamos y quejas.
No te puedo pedir nada,
ya es muy tarde.
Lárgate antes de que te vuelva a pedir que te quedes y me humille una vez más.
No es que ahora me importe humillarme frente a ti,
después de todo, me has visto hacerlo muchas veces, pero quizás ni siquiera lo notaste.
No quiero seguir pensando si debo o no ser franca contigo.
Por eso, vete
antes que yo intente evitarlo. |