Me desplazo de liana en liana por la selva, ya es de noche y una gran tormenta se aproxima de donde nace la sabana africana, huelo sus rastros, dejados por la base de cada árbol.
Lamento presentir que en su territorio me he metido y difícil que pueda escapar y correr hacia la montaña para protegerme entre las rocas.
Mis manos y pies están sangrando, porque en la desesperación me aferré de las ramas más espinosas.
El fin de mi vida esta pronto, y ya no puedo seguir delante, porque el bosque ha terminado abruptamente, y al felino lo veo debajo, lamiéndose con su lengua como imaginándose el sabor de su próximo bocado.
Sabía el destino que me aguardaba, lo había presenciado una semana atrás con uno de mis hermanos, sería una muerte cruel y despiadada.
Fue allí cuando decidí instintivamente acortar este último momento angustioso, entonces me lancé directamente sobre sus fauces.
No recuerdo haber tenido dolores, cuando prendió y quebró mi cuello de una sola mordida, solo crujido de huesos, el olor del bosque, y mi abuelo, enorme, con su lomo plateado, golpeándose el pecho con mucha fuerza, desde un árbol cercano. Luego, muchos destellos girando a mi alrededor, me elevaban como en un embudo, hacia esa luz eterna.
Después de esto, caigo en un terreno fangoso, mareado, y con mucha hambre. Algo me molesta y pesa en la nariz, no entiendo porqué puedo tocar y oler el suelo al mismo tiempo.
Con mucha dificultad logro ponerme de pie, y mi padre que está cerca de la escena me empuja con su trompa hasta las ubres de mi madre, que desbordan de una leche riquísima y por demás de espesa.
Nunca cambiaría mi anterior vida agitada, veloz y trasnochada de simio, por esta distendida, tranquila y rebosante vida de elefante.
_ Paso los días y las noches en paz y sin pensar en la muerte.
_Algún día renaceré en un delfín o un águila.
Y mis recuerdos atávicos destilaran en mi Ser, la esencia de lo que realmente tendría que haber sido;
Camino a la libertad, no me canso de nacer hasta encontrarte.
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