Y después de la rabia

Cuándo nos habremos enfermado de pensamientos, de Mc Donald’s, de rutina
De lamernos los labios y otros los culos
De sabernos infieles, infelices, voraces
Cuándo nació la guerra contra el desvarío,
La batalla de los normales contra la sutil esencia del desenfreno.
La pasión está muerta –lloro–
Se ha transformado en pechos sobre los cuales derrama su semen la discordia.
Arriban otra vez rostros minúsculos, disminuidos por el tiempo
Que parece herirnos y estamos dispuestos.
Los corazones ensombrecidos y las ganas ensangrentadas,
De plumas viejas, de rosas olorosas, de sueños deslavados.
Y yo que permaneciendo en lo onírico, trato de mejorar conscientemente mis pesadillas...

Y no duermo, ya no duermo, sólo cierro los ojos pretendiendo
Y exonero mi espalda adolorida,
Luego remarco con destacador esas líneas que no quiero que se me olviden
Para no contaminar tanto el iris del ojo de la paciencia
Que calmo de vida, renace en brazos de un cordón umbilical fresco.
Y vuelvo a despertarme, intoxicada
Doy media vuelta apretando los párpados, para no darle mi cara al mundo,
Como rogando por ojos nuevos y desinflamados
Ante la alergia que me provocan la injusticia y la repetición.
Un viento medianamente frío me roza la piel de las manos y los pies.
Estoy proponiéndome empezar un movimiento distinto –lo nuevo no existe–
Por ver si en la diferencia desahucio la furia que de mis manos preforma golpes en mi contra.
Trato de dejar ir un poco de eso en el agua de la ducha y las risas provocadas por la evasión.
Menudo invento la risa, que cuando palpitante regresa las almas a sus sustentos de carne
Y se pacta un nuevo comienzo, con un sol otro, no nuevo, sólo otro.

El infierno es de ceniza.