SOLEDAD

Emborrona tus sentidos, empaña tu mirada, difumina los sonidos, dormita tus sensaciones...Te rodea, te arropa, te envuelve, rompe tus lazos con el mundo real, te aísla creando una barrera intangible entre tú y la realidad, te arrebata el calor, te sustrae las emociones dejándote tan sólo la desesperación y el pánico, te ciega a la luz y la alegría.... te vacía hasta que sólo quedas tú.
Lo es todo...y no es nada.
Tiene un poder destructivo que alcanza hasta dónde tú le permitas. Porque soledad es tan sólo una palabra para justificar la creación de un muro de hielo a tu alrededor que no amortigua el dolor de los ataques, simplemente los ignora a ojos de los demás, provocando un dolor mayor al del propio ataque.
Dentro de tu muralla de hielo casi indestructible, y pasada la fase en que la agonía de la lucha por volver atrás se funde con la desesperación del fracaso de un intento de recuperar emociones perdidas y sueños rotos, entras en una calmada, profunda y fría reflexión que te permite racionalizar el porqué de todo esto. Comprendes porqué estás ahí, porqué has sufrido tanto, porqué tu muro de hielo se ha pegado tanto a ti que ya compone tu esencia, porqué tus ojos se han convertido en cristales de hielo, adquiriendo tal dureza que no traspasan más sentimientos que la ira o el desprecio.
Pero todos los muros tienen alguna grieta, grietas que, cuidadosamente forzadas, pueden derribar el muro entero. Y tus grietas son los recuerdos, recuerdos que son todo lo que te queda, lo único que no te han podido arrebatar. Recuerdos de emociones, de sentimientos compartidos, de comprensión, de ayuda, de apoyo mutuo. Tú juegas con la ventaja de conocer estas debilidades, rechazarás cualquier acercamiento, enterrarás tus añoranzas y tus deseos en lo más profundo de tu alma.
Te considerarán una bestia, pero a estas alturas que ya has conseguido tener dominada tu humanidad, y los demás humanos son seres inferiores, afirmas que no merece la pena oírlos, atenderlos ni malgastar un ápice de saliva en dirigirles la palabra; por tanto, darle importancia a sus opiniones sería prácticamente un insulto a ti mismo.
Pero nunca es tarde.
Ahora que estás transformándote en piedra, podría afirmarse que, al no tener sentimientos humanos, no eres humano. Sin embargo, por muchas fortalezas que te rodeen, nunca podrás destruir tus deseos, tus recuerdos, tu esencia.
Pero, si alguna vez alguien se acerca a ti sin miedo, o con miedo pero siguiendo adelante, atraviesa tu muralla de hielo, pasa a través de tus máscaras de indiferencia y de odio, remueve la tierra y desentierra tus emociones, tus deseos, tus añoranzas, tus pedazos de sueños rotos, si llega a tu esencia, podrás afirmar sin dudarlo que has encontrado la felicidad.