Las horas transcurren en silencio, arrastrando su monótono sonido en mis oídos, retumbando en mi corazón cual canto de sereno en tiempos de guerra. Las aves se han recogido a calentar sus nidos, los murciélagos juegan con el aire y cruzan cual fantasmas dando cobertura a mi ventana.

La imagen del viejo abedul surge de mi mente, con su sostenedora rama frente a la buhardilla; así como antaño la divisaba a la distancia, con el catalejos prendido a mi cuello con una cadena de esperanza.

No hay nada, sólo el silencio que tras las cortinas grita con gritos de burla la representación de un drama.

También aparece una cortina de arena que cubre mis ojos y quebranta mis fuerzas.

"Es el sueño" -pienso-, que producto del estrés llega a mi cuerpo".

"Es tu sueño -me gritan las sombras-, que por consigna te quiere poseer, hacerte suyo".