El hombre tomo su mano, su delicada mano, y camino con ella, parecía enojado, tenso, diría que hasta brusco.
La tarde era fría pero a lo lejos brillaba una pequeña luz, si esa luz que en ciertas tardes el sol regala, como una señal de esperanza de que habrá otro día.
La niña caminaba apresurada, el tenso.
Se cruzaron con varias personas, los ojos dulces de ella se detenían en otros ojos, sonreía con ternura, los otros a veces correspondían, pero ante la presencia del acompañante de la portadora de esa sonrisa, preferían voltear la vista hacia otro lado.
Sin embargo después volteaban, y no era nada raro ver la cara de molestia que provocaba la actitud de ese hombre y la dulzura de la niña, que situación tan molesta.
La niña de detuvo, el hombre la volteo a verla en forma interrogante, pero sin perder su dureza.
La niña se paro frente a el.
El la observo.
Ella solamente dijo.
Te gane abuelo, ...¿viste cuantos voltearon enojados contigo?
El hombre sonrió.
Si mi niña, si
Ambos se tomaron nuevamente de la mano y caminaron pero ahora sonrientes hacia la luz que se perdía en esas tardes que el sol regala como una señal de esperanza que habrá otro día.
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