Me asusto.
Con franqueza, me asustaste.
Dormía tranquilizado por el vaiven,
ese ir y venir de la comodidad.
No me percaté del nivel del agua
ni de las piedras del fondo.
Me asusté otra vez.
Me avisaste que te ibas.
Y yo con toda ésta angustia.
- - - Desde mis visceras, un agudo dolor - - -
- - - me grita, me llama, me avisa... Pero - - -
- - - logro descifrarlo. Ahora es mi frente - - -
- - - con su dedo frío me inmoviliza, baja - - -
- - - por mi sien y siento que llega hasta - - -
- - - garganta, donde se atora y anuda - - -
- - - como una cobra a punto de atacar - - -
Todo se nubla, me asusto.
Con los ojos entrecerrados
y haciendo un esfurzo, intento
recordar donde estaba todo antes.
No lo consigo y me asusto más aún.
Llegan desde lejos las voces queridas,
pero son una especie de recuerdo.
Pero su persistencia me hace sospechar,
creo que debo cambiar de rumbo...
Y ahora siento que el agua se seca,
ya es un barro tibio, pero más seco.
Y me esfuerzo aún más. Ya no tengo
Miedo.
Hoy miro desde un pequeño pedestal
que logré formar con barro seco.
Me siento camino por él y hasta
me he animado a bajar.
Pero nunca fue tan sentido,
tan odiado,
tan dolido.
Hoy, más amado
y más querido,
me subo, altanero, a un estrado
y juzgo el pedido...
El recuerdo, ya nunca más prohibido
se volvió lupa de mi pasado. |