En esos días (eternos) donde uno piensa,
se ha dedicado a encontrarse a sí mismo,
sin pensar jamás, que es una gran forma de egoísmo
no compartir todo lo que el mundo nos ha retribuido.

El alejarse de la realidad, para poder pensar en soledad,
soledad que nos devuelve la inocencia, pero, que nos vuelve en seres decrépitos.
El arrepentimiento no es una facultad, es solo voluntad,
y ahora sólo me arrepiento de haberme alejado casi de forma total.

He vuelto del hecho de querer mejorar, es solo un imposible de lograr,
me he dado cuenta que esta soledad que me abarca,
es provocada por mi inestabilidad mental,
la cual solo me ha dejado pequeños regalos no materiales.

Los cuales aprecio ahora que no los puedo tener,
más que cuando los deseé fervientemente, pero, solo por necesidad.
Y no es dolor lo que siento, es la frustración de ser no más que un espectador,
deleitado por el hecho de detallar lo menos fabuloso de todo lo que me rodeaba.

Ahora, solo se, que el arrepentimiento es la herramienta de aprendizaje,
esa herramienta que me lleva a hacer trabajar todo el sistema,
de hacer funcionar hasta la más oxidada "tuerca" de mi alma,
es la energía cinética del universo resumido a un sentimiento.

Luego de varios eclipses, el sol vuelve a nacer,
la luna vuelve a morir, el ciclo es periódico,
haciéndose más interesante ver la rotación de la tierra
al rededor de ese espectáculo que no podemos evitar.

Así como la tierra, me siento ahora, el espectador,
el niño sin prejuicios delante del poder de los hechos,
pero, no me entretengo con solo eso,
por que estoy en orbita, viendo esos varios ángulos del espectáculo.

Y solo me queda saber, que gracias a esos hechos que creo lejanos de mi,
es que mi cuerpo, mi alma, obtiene fuerza para girar, para vivir,
el hecho es que al moverme en frente de el espectáculo, yo también me vinculo,
sin saberlo, también soy parte de lo inevitable...