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V. La casa

Del exterior de la casona del Mouro, destacan las balconadas centrales de la segunda planta rematadas, en sus cuatro esquinas, en una tercera planta con dos almenas, una torre redonda y la iglesia coronada en pináculo de campanario y una cruz de hierro, que también hacía las veces de pararrayos.

Del pasado y como referente feudal de importancia, se mantenía la Iglesia como centro parroquial para celebraciones y festivos y cada domingo, un reducido grupo de viejas vestidas de negro, aprovechaban la misa para informar a la familia de sucedidos y cuchicheos de la comarca. La Iglesia y el puesto de sementales, convertían aquel recinto en centro obligado de peregrinación de la mayoría de los habitantes de la comarca al que, por razones tan opuestas como un entierro, una boda, un bautizo o para dejar preñada a cualquier hembra de la cabaña ganadera, les obligaba a acudir en algún momento del año. Había cordialidad y cierta pose de dependencia sumisa en los saludos de los parroquianos a los propietarios de la casa, como agradecidos por invadir un territorio privado sin autorización lo que, algunos, compensaban agasajando con los primeros frutos o alguna especialidad casera recién elaborada como biscochos, empanadas y dulce de manzana, que aceptaban de buen grado y con muestras de simpatía y agradecimiento pero acentuando la pose y el rango diferenciado de la familia.

La torre redonda, que utilizaban como bodega y despensa familiar, era una gozada visual de penetrantes sensaciones olfativas, que visitaba desde el primer día, con la disculpa de ir a por el vino para la comida. De construcción circular en piedra y sin ventanas, desde el exterior simulaba un muro compacto cerrado y el interior, en un ambiente fresco y luminoso por la luz que filtraba la separación y aberturas con que estaban colocadas las piedras de la pared. No tenía tabiques ni más divisiones que tres ambientes, bien diferenciados y separados por plataformas de madera, unidas por sólidas escaleras del mismo material; la más baja para bodega, con dos cubas de madera junto a la puerta de entrada y de donde se sacaba el vino de diario, algunas cajas con refrescos y cervezas y otras de envases vacíos y estantes sobre la pared, repletos con botellas de vino de marca y varios tipos de licores; en la siguiente superior, un frigorífico grande y tres arcones congeladores con cartelitos clasificadores para: carnes de caza y de la matanza anual, verduras y hortalizas de la propia huerta y dos maseras de madera: una para pan y derivados y otra, para preparados caseros, dulces y miel y más estantes sobre la pared, con enlatados y conservas; y en la plataforma más elevada, jamones de distintas añadas de curación, cecina de vaca y filas de diferentes embutidos; contra roedores y visitantes incómodos, contaban con un sistema de amarre al techo muy sofisticado con hilos de acero desde el techo, sujetando pequeñas plataformas, en cuya parte baja inferior, se situaban los gachos de sujeción de jamones y barras de embutido y en los laterales perimetrales, a modo de cortinita de madera, un saliente que impediría cualquier intento de acercarse a los ganchos o al embutido colgado. Me llamó tanto la atención que pregunté a mi tío y me dijo que, si cualquier roedor, si en un hipotético golpe de suerte consiguiese llegar hasta la plataforma, al intentar traspasar la cortinita de madera perimetral, caería al vacío sin posibilidad de alcanzar la comida. A pesar de ser un recinto compacto y aparentemente cerrado, durante el día, no se necesitaba más luz que la que filtraban las fisuras de la pared, por las que, en ningún caso, había espacio para paso de pájaros, ratones o cualquier otro animalejo pero, suficiente y adecuado para mantenerlo fresco, aireado, libre de ruidos y en una atmósfera de penumbra y temperatura constante de max. 17ºC en verano, lo que también impedía que hubiese moscas o cualquier otro tipo de insectos. Desconozco si se había construido con el único fin de servir de bodega y despensa pero, en cualquier caso, resultaba el recinto más interesante de la casa.

Cada almena, a la que se subía por una estrecha escalera de caracol, contaba con 4 habitaciones grandes, un salón central y un aseo. La más desvencijada y peor tratada, la utilizaba la familia como vivienda y en la otra, pernoctaban invitados y visitantes. Cada habitación, con chimenea de leña para calentar los inviernos y que, sus inservibles y medio quemadas puertas, no impedían una permanente y desagradable sensación de corriente de aire. El mobiliario, de maderas torneadas y de grandes proporciones, resultaba incómodo y demasiado solemne y en las camas, de gruesos colchones de rancios olores y lanas apelmazadas, era difícil encontrar posición y calentarse, a pesar de la carga de mantas y cobertores que cubrían almidonadas sábanas acartonadas por el frío y la humedad. Chocaba y me costaba los primeros días pero, enseguida me acostumbraba y hasta me infundía cierto aire de superioridad austera, que caracterizaba a la familia.

La primera planta de la casona, en forma de herradura, estaba delimitada en dos zonas: la más oscura, fría y escondida, para trabajadores y personal de servicio y la mejor equipada, vistosa y soleada, reservada a propietarios e invitados, aunque las comidas, cenas y desayunos, se realizaban sin ninguna distinción en la cocina donde se preparaba la comida. Contaba con una gran mesa central y estaba equipada de cocina de hierro para carbón y leña y la típica “chariega de fuego de leña en el suelo” encendida incluso en verano y que, además de para calentarse, utilizaban como centro de reunión y chascarrillos. Junto a la cocina, 3 cuartos con dos camas y una taquilla de chapa y un aseo con ducha para empleados y acceso directo a la torre y a los establos.

Texto agregado el 18-02-2008, y leído por 464 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
18-02-2008 Magnifica descripción que vivo hasta en colores.De esta forma he estado ahí.Cuando he pasado he visto desde lejos esos palacetes que invitan a soñar,pero sin imaginar cómo son pro dentro ni que función pueden tener todas esas ventanas.Gracias por la visita turística y explicativa de la casa del Mouro. australia
 
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