El cazador de espejismos mira el enorme reloj que cuelga inerte de su muñeca, y en un instante obtiene la humedad relativa, la altitud y, por supuesto, la hora. Es tarde, piensa, debería regresar al campamento. Salió a reconocer el terreno a primera hora y apenas cogió unos poco víveres, no pensaba entretenerse, y no lo hubiese hecho de no haberse cruzado con lo que parecía un ejemplar único. Apenas le dio tiempo a verlo, pero no había duda de que era muy grande, y con una variedad cromática que parecía muy poco común.
Si esto fuese cierto podría estar ante el mejor ejemplar de todos, el ejemplar que llevo toda la vida buscando, el ejemplar que justificaría todo lo que he perdido y arriesgado durante estos años, piensa. Y es entonces cuando la marea del recuerdo, arroja sin piedad en la orilla de su cerebro la sonrisa cristalina de un amor olvidado. El cazador susurra su nombre mientras aparta las lágrimas que se agolpan en sus mejillas de un manotazo. Todo lo que he perdido y he arriesgado, repite, todo lo que… Un ruido a su derecha alerta a sus entrenados oídos, y rápidamente se oculta en la maleza. Vuelve a ser el cazador, no el hombre acosado por viejos fantasmas. Se desliza arrastrándose a ras del suelo sin hacer apenas un ruido que lo delate, hasta que llega a un claro del bosque. Debí suponerlo, murmura, me estoy haciendo viejo.
Efectivamente, el espejismo se encuentra en el claro donde las últimas lluvias han dejado una pequeña charca. Como todos los niños aprenden en las escuelas, los espejismos son seres muy presuntuosos a los que les encanta verse reflejados en el agua, mientras las lunas les arrancan destellos de su superficie.
Es magnifico, continua pensando nuestro amigo, mucho mejor de lo que pensaba. Es muy grande y muy puro, no hay más que ver como refleja la luna su figura distorsionada. Casi se lo puede oír, cambiando los colores a su antojo en una variedad impresionante. Nunca había visto nada así.
Rápidamente recoge el arma del suelo, no es un arma convencional, está totalmente modificada. Cada pieza es hija de un fracaso, de una humillante derrota que se había negado a aceptar, modificándola con mimo, acumulando experiencia, que no es otra cosa que el nombre de nuestros fracasos, hasta construir lo que ahora tenía en las manos, el arma perfecta. Sabía que podía hacerse rico si la vendiese. Pero eso no le importaba ahora, su vida estaba consagrada a otra misión. Todos y cada uno de los ejemplares cazados no habían sido más que un entrenamiento, ahora lo comprendía, para llegar a este momento. Toda su vida se encontraba resumida en ese instante, piensa apuntando cuidadosamente.
Lentamente baja el arma, la cambia por una piedra que yace a sus pies, y la arroja con rabia a la charca propagando lentamente sus ondas. El espejismo se detiene sorprendido y desaparece al instante, como si nunca hubiese estado allí.
El cazador sonríe resignado pero feliz.
Su vida aún sigue teniendo un sentido.
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