Sí, sí, señor juez. Odontólogo. Claro, comencemos. Soy yo el que las mantengo… pero le aclaro que también hago la comida, la limpieza. ¿Sabe lo que es fregar todos los días ese baño? Ir al súper, cuidar el jardín! Hasta les lavo y les plancho a esas brujas…. ¿A quienes? A mi mujer, mis dos hijas y la peor de todas, esa vieja inmunda, mi suegra. Desde que vive con nosotros, empezó mi calvario. ¿Mi esposa?… ya ni siquiera me acuesto con Gladys. Que digo, ni compartimos el dormitorio: me obligaron a mudarme al altillo, las muy turras. Sí, disculpe el término. Pero lo peor es el apodo. Conchita. Conchita alcanzame aquello, conchita acomodá lo otro. ¿Le gustaría que lo llamen así? Ve, hasta usted se sonríe… ¿Cómo llegamos a esta situación? Ni recuerdo cuando comenzaron las agresiones, pero para evitar el conflicto, las dejaba pasar. Pensaba que las cosas mejorarían solas. Llámelo cobardía, debilidad, lo que quiera. Ya no me importa. Todo fue empeorando. Quería hablar, convencerlas, pero ya era tarde… Sí, se imagina bien. Hilda, se llama. La paso tan bien cuando estamos juntos... Por eso quiero el divorcio, a ellas les dejo la casa, pero que me devuelvan mi vida.
Verá, señor juez, Ricardo exagera. Si, es cierto que hace algunas tareas domésticas. Pero, ¿usted nunca cocina, no agasaja a su esposa? A veces pienso que Ricardo hasta goza, es un poquito pervertido, en esos momentos en que somos un poco… exigentes. ¿Mis hijas? Dos tesoros, tan compañeras. En cuanto a mi madre, ¿cuántos maridos quieren a sus suegras? Es más, ella le ha hecho regalos valiosos, le trajo una escopeta carísima de un viaje a Europa. ¿Lo de conchita? Qué hombre este, ventilando los apodos familiares. Se lo decimos con cariño… Y sí, lo de la amante me lo imaginaba. Pero será una calentura pasajera, porque estamos recomponiendo nuestra relación, sabe. Todo matrimonio tiene sus crisis, no? En definitiva, somos una familia Y eso es lo más importante para nosotras. Por eso, señor juez, no voy a concederle el divorcio. No me voy a arrepentir, no nos vamos a arrepentir.
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“… cuando ingresamos a la casa con la policía, pudimos ver los cuatro cadáveres ensangrentados de las mujeres, dos sobre el piso de la cocina, los otros en el estar y la escalera, con disparos en el cuerpo y en medio de un gran desorden…”
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