Conversaba con Sofi, como solíamos hacerlo larga y profundamente.
Nuestras charlas podían derivar hacia cualquier lado, secretos ancestrales, confesiones del alma, y también compartíamos grandes silencios en los que nos decíamos todo.
Esa mañana Sofía notó de mi ausencia, un dejo de melancolía en la mirada y como quien no quiere la cosa, comenzó a contarme la historia de su primera comunión. Trajo en el recuerdo a Inocencia, su amiga de la infancia. Sabía muy bien que algo me acercaba a esa amiga suya, tan especial en su manera de encarar la vida y los sueños.
Sofía la admiraba y se posesionaba contándome sus historias y me hacía partícipe de aquella pandilla juvenil.
Después del relato de cómo Inocencia quedó bañada en lluvia con su vestido blanco, (semejante a un ángel ) mirando al cielo y disfrutando de esa bendición, brotaron de mis ojos lágrimas, las cuales fueron comprendidas por Sofía que comenzó a indagar la causa.
-Creo saber el motivo, no voy a presionar para que me cuentes.
-No hay nada que contar, él es el motivo y yo la causa, por ser tan crédula, fantasiosa e ilusionista. Ya, no me hagas caso, estoy completamente loca.
-No, no estás loca, estás viva. Pero igual, si él te dice que te ama, y las cosas están claras y ambos saben cuál es la realidad, pero deciden ese juego, inclusive siendo un juego, se establecen reglas y se respetan; sino se respetan, no hay juego. Y ya sabes, no eres loca, eres muy humana.
Nos vemos por la tarde, mira escribí un cuento. Léelo se que cuando lo hagas tu corazón se sentirá en paz. Hay un gran mensaje en ese cuento. Léelo, te caerá como la lluvia que bañó a Inocencia.
Nos despedimos con un fuerte abrazo. La vi alejarse y me dispuse a leer el cuento.
Me lo comí literalmente hablando. Cada palabra de su relato calaba hondo en mi corazón y avivaban mis recuerdos. Sentí que Sofía era más que una amiga, era mi ángel de la guarda, siempre adelantándose y mostrándome el camino, con la palabra justa, la anécdota precisa.
El cuento?, una sinfonía de colores, olores, imágenes que se desarrollaba en un jardín, sus sentimientos, las conversaciones con las plantas era una danza mágica que se presentaba ante mis ojos.
Alicia en el país de las maravillas?
No
Sofía en la pureza del alma.
Releí el cuento, no se cuantas veces...
Recordé mi infancia rodeada de plantas, mi papá cultivaba plantas, teníamos viveros, crecí entre plantas.
Cuando me divorcié, puse un vivero que no solo sirvió para mi sustento sino que fue mi refugio, mi contención. De noche tiraba un colchoncito en el fondo y dormía allí rodeada de mis amadas plantas, al igual que la Alicia de su cuento aprendí su lenguaje, a comunicarme con ellas, noté la reacción y el efecto que hacía una caricia, un beso.
Mis plantas sonríen, vibran, sienten.
La comunión que se produce con la naturaleza, ese diálogo sin palabras, esa expresión del alma hace que todo el universo se mueva en una dimensión donde lo físico se vuelve etéreo.
Cerré los ojos un momento, pensé en vos, que despiertas en mí los sentidos, me haces vibrar con cada beso, con cada caricia, con cada palabra muda o pronunciada.
Pensé en Sofía que ahonda en mis pensamientos, que se adelanta, que me enseña, que me guía.
Apreté la hoja sobre y pecho y en mi corazón renació la esperanza, la alegría, la magia.
Gracias Sofía por brindarme tu amistad, por tu ternura, por ser tan especial.
Dedicado a sofiama
Aquí puedes leer su cuento: http://www.loscuentos.net/cuentos/link/330/330806/
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