//Angie//
I.-Donde nada es lo que parece
“En busca de algún niño que no pueda dormir…”
“Cae la noche y es hora de comer en el bosque, salen los seres que le temen al calor del sol, criaturas frías y oscuras que pasan el día escondidas en los troncos secos o en agujeros escarbados en el suelo húmedo. Despiertan y olfatean el aire ansiosamente, anhelando quizás el olor de la sangre. Algunas tienen escamas, otras, pelos, variando en tamaño y ferocidad según la escala de la cadena alimenticia en que se encuentren. La mayoría es una mezcla de dos o más animales como sacados de la insana imaginación de un niño… o de una niña.
Algo parecido a una serpiente baja de su escondite entre las ramas, no posee ojos y su única pata la impulsa tras sonidos que sólo ella puede escuchar, se aleja entre los árboles, acompañada del sonido de las hojas secas trizándose a su paso.
De entre los arbustos sale una familia de animales redondos y amarillos que poseen un solo ojo y se desplazan con sus cinco patas en un desorden que les hace tropezar y rodar repetidas veces, al verlos, una gran lagartija se lanza planeando con sus desmanteladas alas de murciélago y pasea con increíble gracia la luz que lleva en la punta de la cola frente a la mirada hipnotizada de los cíclopes. Cuando supone llegado el momento atrapa a dos de las crías que gritan y se retuercen al sentir los afilados colmillos atravesar su piel y su fría carne. Se dirige hacia una rama donde engulle satisfecho su botín ante la persistente pero inexpresiva mirada de los padres quienes, en caso de no encontrar alimento al final de la noche, tendrán que acabar con la vida de alguno de sus hijos.
Y de vez en cuando los más fuertes y audaces se acercan al pueblo contiguo en busca de algún niño que no pueda dormir…”
La luz se encendió.
- Aquí estabas, Angie, te he buscado por toda la casa. Qué era ese rui…? – La pregunta quedó suspendida en el aire, finalmente la mujer había mirado bien a la niña.- Dónde encontraste esa vieja máquina de escribir?
La niña permanecía inmóvil, ambas manos sobre el regazo, la cabeza gacha y los ojos azules clavados en la hoja gris, releyendo la última palabra una y otra vez.
“Dormir…” pensó. “Dormir puede ser una forma de escapar…? No lo es, ni siquiera dormir puede salvarlos ahora.”
- Escribiendo poemas?- no se molestó en mirar el papel como si supiera exactamente lo que su hija hacía y pensaba.- Supongo que está bien… pero tendremos que comprarte un computador digno de ti, querida, sabes que tu padre ocupa el suyo para trabajar, pero como veo que te interesa… que tal uno rosa?
Angie no se movió.
- Sí? Mañana mismo enviaré a comprarlo… Ya es hora de cenar y tenemos un invitado. Termina aquí y baja a saludar. -Se detuvo en la puerta y tras dar una última ojeada al artefacto, murmuró para sí: -Que cosa más horrible, mañana temprano se irá con la demás basura.
Cuando se encontró sola, Angie sacó la hoja y la leyó. Era su cuento, su primer cuento. Hacía solo dos años que había aprendido a leer y escribir, pero era la primera vez que escribía algo que tuviese cierto sentido y no estaba segura de haberlo inventado completamente…
La puerta se abrió.
- Señorita, su madre la mandó llamar.
Cuando la sirvienta se retiró, tomó el papel y la máquina de escribir y salió de la habitación para internarse en un laberinto de pasillos y escaleras repletos de diversos artefactos tan decorativos, costosos y estrafalarios como inservibles, para llegar a su habitación, decorada en todos los tonos de blanco y rosado que pudiesen imaginarse… Sí, la odiaba, cada detalle, cada flor y cada cinta esparcidos desde el techo hasta el piso. Guardó ambas cosas en un enorme baúl repleto de juguetes que jamás había utilizado y salió en dirección al living.
-… y no fue nada fácil armonizar una casa tan grande con la cantidad de cosas que adquirió mi marido, cada cuarto constituyó un reto por si sólo…- Como siempre, su madre se jactaba de su fino buen gusto y del “trabajo” que había requerido el decorar por completo la mansión Bell.
- Hermosa en verdad, se nota tal dedicación en cada detalle que me parece que cada pieza es un fin en si mismo que a la vez calza perfectamente con su entorno, jamás pensé que había logrado tal efecto por su propia cuenta y sin ayuda alguna... El Sr. Bell no es muy expresivo en ese ámbito…
-No, Ernesto está siempre muy ocupado, para él estas cosas son asunto de señoras, que agradable saber que usted posee tan exquisito gusto en cuanto a decoración, encontrar a un hombre que le importen estos asuntos es realmente fascinante…
- Es imposible no reconocer su talento a cien metros de distancia.
No había sido nada difícil dar en el blanco, con unos cuantos cumplidos la tenía de su lado incondicionalmente, un hombre como él sabía exactamente lo que debía hacer. El hecho de escalar hacía el éxito le había enseñado lo suficiente para sobrevivir y mantenerse en alto.
- Oh! Es usted un caballero! – exclamó la mujer entre risas a la vez que Angie se aproximaba dudando seriamente el ser su hija. – Al fin llegas!- dijo al verla.- Le presento a nuestra niña – el tono que usaba era el mismo que había empleado momentos antes para describir cada detalle de la casa. –Su esposa ya la conocía, pero usted nunca se aparece en las reuniones del té.
- Ejemm…- el que parecía ser el único invitado de esa noche se puso de pie e hizo una ridícula reverencia. - Cómo te llamas, princesita?
- Angie – interrumpió la mujer. – Ella es muda…
- Ah…
- Pero puede escucharlo muy bien.
- Entonces me presento, mi nombre es Antonio y ha sido un placer conocer a una niña tan linda como usted – reiteró la reverencia y la miró, esperando quizás, ver alguna sonrisa en su pálido rostro.
Ella seguía mirándolo fija e inexpresivamente, el hombre desvió la vista y carraspeó levemente.
- Que edad tiene Angie?
- Siete años.
- Y como fue que…? - comenzó la pregunta mientras tomaba asiento de nuevo.
- Dijo el doctor que no desarrolló correctamente sus cuerdas vocales… aparte de eso, el nacimiento de Angie fue todo un milagro, fíjese que al nacer tenía dos pequeñas alas en la espalda…
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