Quien lo iba a decir que todo terminaría así. Nadie, y especialmente yo nunca se me hubiese cruzado por la cabeza un final así.
Pero que se le va hacer..... Aquí estoy tirado como durmiendo una prolongada siesta. Esas siestas eternas que a lo largo de mi vida hice de ellas un ritual pagano de cada fin de semana. Puchos, fútbol y siesta una simbiótica mezcla que enloquecía a mi vieja. Pobre madre, ella me recriminaba por tanto tiempo perdido por esas tardes. Dicen que dormir es como morir un poco cada vez... Esas tardes podían ser soleadas, muy calidas lluviosas o grises, pero el ritual era el ritual. Lo rituales son para cumplirlos, no para cuestionarlos; se quieren o se dejan y nada más.
A la fulanita de la que voy a hablar la conocí por casualidad el año pasado. Solo la conozco nunca hemos avanzado a la categoría de amigos. Creo que la vi. por primera vez en la Semana Santa, quizás fue en alguna ceremonia de la iglesia Catedral. Para más datos un abril de 1982, que hoy veo tan lejano en los hechos y tan cercano en la cronología del tiempo. No se sabía mucho de ella. Solo se la podía identificar como una “nena bien”, mas que nada por el uniforme del colegio que portaba, de hecho el mas caro de la ciudad. ¿El nombre? A si, Carolina.
Por esos tiempos habíamos logrado con mucho esfuerzo juntar el “agua” y el “aceite” dentro del ámbito de la iglesia. Por un lado los jóvenes, siempre tan llenos de vida, pujantes, insolentes; y las señoras de la institucional tradicional de la caridad, muy tradicionales, muy paquetas, ortodoxas y muy señoronas. Para ser mas claro, las señoras gordas, con guiíta y tiempo que se juntaban a tomar te, importado y caro, y masas finas, mas caras aun, para junta fideos y arroz barato para los pobres.
Pero vio, los milagros existen, y esta unión entre jóvenes y señoras, era uno de ellos. Ah! Me olvidada, Carolina también estaba metida en esto.
Habíamos organizado una gran campaña para recolectar alimentos en pos de colaborar con las ollas populares que existían mas allá de la locura fanática y viseral que había despertado la guerra de Malvinas.
¡Como laburamos! Nos pateamos casi toda la ciudad, por supuesto en los barrios bien, y golpeamos miles de puertas con diferentes resultados para lograr dicho fin... pero esto no es la cuestión.
Un buen día un operativo militar irrumpió las oficinas del obispado local. Pero ¿Quién querían estos tipos? ¿Quiénes eran? Eran los muchachos de Prefectura Naval. Según los servicios de inteligencia (si es que existía tal virtud entre ellos) habían descubierto que dicha campaña solidaria, tenía objetivos subversivos y terroristas. Que los jóvenes eran agentes extremistas incubiertos de los movimientos de extrema izquierda. Y que el material de difusión e información que se había preparado para esta acción solidaria era propaganda de adoctrinamiento, y que se usaba para cautivar a jóvenes con buenas intenciones. Que la folletería había sido utilizada como material de estudio en la escuela de suboficiales, para conocer donde y como se movían los grupos extremistas.
Ante tantos elementos solicitaban a la curia el listado de los voluntarios jóvenes en carácter de necesario y urgente. Por suerte los miliquitos de prefectura se toparon con un cura con cojones, que sin perder la calma, se negó a suministrar dicha información, y se ofreció a estos “señores” como chivo expiatorio.
Nadie creyó un gramo de estas tremendas acusaciones... pero lo pujantes e insolentes jóvenes mas las ortodoxas y tradicionales señoras decidieron terminar con la obra solidaria.
Pero nació una pregunta ¿Por que había ocurrido esto? Y la repuesta llego rápido.
La candorosa y bien dispuesta Carolina había desaparecido de los lugares que solía frecuentar Al principio nos asustamos, prensamos que los guachos de uniforme se la habían “chupado”. Pero... quien lo iba a decir. La jovencita Carolina estaba vivita y coleando. Que se había ido de la ciudad. Y que la nena era nada menos que la hija del jefe de la base de submarinos.
Quien lo iba a decir que muy guacha funcionaba de buchona del padre y sus secuaces. Que vilmente nos entrego, y se cago en todos y en todo.
Quien lo iba a decir, que iba a estar aquí cerca del aeropuerto local y mas cerca de la base aérea viendo pasar los aviones, ¡bah¡ eso creo. Como también creo que estoy en un arroyo que pasa detrás de la pista.
Quien lo iba a decir que gracias a esta muchachita, y algunas amiguitas, de esta siesta no me levanto mas. Porque las piernas no me responden. Porque tengo frió. Y porque los perfectos agujeros de las balas en mi joven cuerpo me han debilitado.
La pucha yo siempre fui un parlanchín; y ahora no puedo hablar. Como lo voy a hacer si tengo sangre en la boca y me cierra la garganta.
Uh¡ quien lo iba a decir... estoy viendo salir al vuelo del correo; seguro que va para Bahía Blanca ... aunque ¡que carajo me importa¡
Bueno chau amigos..... Y saludos a Carolina.
FIN
Daniel Balinotti
Mar del Plata, Diciembre de 2002 |