Era una fiesta mirarla, corriendo en la playa, temblando sus formas que atraían miradas, echando al viento fresco perfumes intensos de goce y felicidad, y los ojos seguían el raudo pasaje y el ser percibía un aliento vital, y luego de a poco se perdió en la gente y la grácil figura desapareció.
Entonces la luz pareció menos brillante, el mismo mar su celeste opacó, la multitud que llenaba el paisaje añoró de pronto el pasaje fugaz, cual una estrella peregrina en una noche sin fin.