El viento hacía ondear a las personas en la calle, algunas de ellas dibujaban bocetos delante suyo, exponiéndolos al aire, contando historias, pero en voz baja. Entre callejones nacían y crecían nubes, algunas se cruzaban para formar motivos en mentes de diferentes personajes, otras convivían pacíficamente, sin tempestad, tan sólo complicidad y calma.
Un caminante nocturno invadía espacios de luz, aislando a las farolas, marginando a las bombillas. Extendía sus manos y establecía un dominio aterrador, disfrutando de cada momento de poder.
Se alzaban rebeldes en el techo, iluminaban los hormigueros que, sin descanso, forjaban su final entre cruces y edificios. Entre ellos dormitaba un ser muy curioso: simplón, manipulable, pero con una halitosis que horrorizaba a los miembros de la escalera bien definida.
El chico era tímido, muy verde en casi todo, hacía montañas de cartas, dejando crecer barbas incontenibles, aun siendo barbilampiño. Temía el día en que tuviesen que ser recortadas para que los cánones de belleza le dieran el visto bueno, pero organizaba motines en su habitación, reclutaba soldados de plástico para la batalla. El chico era, como se suele decir, un idealista.
En su tardía madurez tropezó con varios individuos respetables. Uno de ellos se apodaba ? el Corrector de Almas?, lo encontró entre las secciones caras del supermercado, hojeando revistas de diversas formas de tortura. El viejo individuo se giró y mostró su rostro arrugado pero afable, dedicándole una sonrisa, y algo más:
- Hola chico, ¿buscas algo?
- Sí, verá, tengo un problema ? vaciló mirando al suelo.
- Dispara chico, no tengas miedo.
- Verá, en el barrio se rumorea que hay un nuevo virus, que merodea entre los jóvenes y mengua las mentes ? paró para respirar.
- Mmm ? pensativo ? sigue...
- Dicen que ataca cuando menos te lo esperas.
- Bien, y ¿qué quieres saber, chico?
- Emmm, dicen...dicen, ellos, yo no, que...que es usted quien lo controla.
- Bueno, a ver, yo controlo muchas cosas, ¿sabes qué síntomas padeces si lo contraes? ? dijo el viejo arrugado con aspecto de interés.
- Si, bueno, he oído algunos... ? el chico estaba algo asustado y su voz temblaba.
- Tranquilo chico, no te comeré.
- Mmm, dicen que si el virus entra en ti, ves las cosas de una manera más idiota, sientes muchas cosas raras entorno a una persona y cuando no está ella te dan ganas de vomitar ? el chico parecía horrorizado.
- Aaaah, mi viejo amigo de más de tres letras, creo que lo dejé escapar ayer sin querer. Bueno, es un alivio que lo hayáis encontrado. Dime chico, ¿lo has visto con tus propios ojos?
- No señor, ¡y no quiero hacerlo!
- Debes hacerlo chico, es sano.
- ¡No!
- Uuuh, tenemos un rebelde. Bien, haz lo que quieras pero llegará el día...
- ¡Exijo que lo retire del aire! ? interrumpiendo al viejo Corrector.
- Chico, no eres nadie para exigirme ? manteniendo la sonrisa.
- ¡Pero no es justo!
- No eres tu quien dice qué es justo y qué no. Lo dice mi amigo el Guardián, y ahora lárgate ? su cara se había vuelto seria y aterradora.
- ¡No! ¡Resistiré y le diré a todo el mundo que resista!
- Chico, me repugnas, pero eres valiente ? se llevó la mano al mentón, pensativo-. No suelo hacer esto pero...creo que puedo hacer algo para que ambos estemos contentos. Ven mañana por la noche al parque del otro extremo de la ciudad, allí te presentaré a unos amigos.
- Bien, ? el chico trataba de parecer duro ? lo haré.
- Bien, hasta mañana.
- Hasta mañana pues.
El viejo Corrector de Almas volvió su mirada hacia la revista de torturas mientras el chico giraba y salía de la sección cara del supermercado para dirigirse a su casa.
Ya en su habitación, el chico pensó en posibles frases para el día siguiente, creó consignas para defenderse, para animarse. Obtendría lo que quería. Se decía: ?Ese virus es un peligro, una maldad, pero...no lo he probado, dicen que también tiene buenas cosas..? sacudió la cabeza para sacar esos pensamientos y se apresuró a irse a dormir.
El chico durmió hasta tarde, comió de un revuelo y por la tarde merodeó cerca del parque para estudiar el lugar. Era un parque con bastante población vegetal, varios bancos a juego con las hojas de los arbustos y algunos niños a juego con la arena del cajón. Algunas madres compartían inacabables conversaciones sobre temas aleatorios que cambiaban cada segundo elevado a menos ene al cuadrado.
La noche llegó con su séquito de oscuridad, haciendo frente al sol, retando a las luces artificiales y ganando su batalla un día más. Eran las nueve de la noche y no tardaría mucho más. El chico vio como varias siluetas se movían en dirección a él. Divisó a el Corrector de Almas y a dos más.
- Chico, estás aquí, eres más valiente de lo que creía. Te presento al Guardián y a Buen Camino ? se giró a derecha e izquierda señalando a sus dos acompañantes.
- Buenas noches ? el chico intentaba irradiar confianza en sí mismo.
- Bien, conocen nuestra conversación de ayer y han venido a hablar contigo. Quizá lleguemos a algún trato.
- Muy bien, hablen ? mirando a los nuevos ancianos arrugados.
Buen Camino se adelantó.
- Chico...¿sabes qué es el bien?
- ¿Qué? ? el chico estaba confuso.
- Si sabes qué es bueno y qué es malo.
- No lo sé exactamente, pero puede ser aquello que sea correcto y...
- ¡Tonterías! El bien es aquello que hace feliz a más gente y resulta que yo digo qué hace feliz y qué no.
- ¿Huh? ? el anciano lo había sorprendido con su cambio de velocidad.
- Verás chico, el virus del que te quejas es una pieza de unos engranajes muy rodados, cada engranaje suma diez puntos a la felicidad de la gente. Cuantos más engranajes pongamos más feliz es la gente.
- Pero la gente sufrirá con ese virus.
- ¿Y qué? El sufrimiento conlleva otras cosas, que hacen feliz a más gente, el sufrimiento mueve el mercado, el mercado da dinero, el dinero da la felicidad.
- Eso no te lo crees ni...
- Chico, se de lo que hablo. En sí, el virus no es nada. Pero debes comprender que todo esta hecho ya, y que no va a cambiar por ti.
El Guardián se adelantó:
- O te amoldas, o te amoldamos.
- ¿Qué?
- Si no aceptas, no tengo más remedio que...
- ¡Ni me toque! Si el virus no es dañino en si, quiten esos engranajes que lo hacen dañino.
- No chico, todo esta montado, el juego es más largo de lo que tu crees ? dijo el Corrector ? todo se hace como yo o nosotros decimos, y la gente es feliz.
- Pero, pero...
- No valen de nada tus ideas aquí, niño.
- Pero... ¡no quiero vivir aquí!
- Allá donde vayas encontrarás esto.
- Pues moriré.
- Oh, no te suicides chico, eso no estaría bien ? dijo el Guardián.
- No, no lo haré, pero encontraré una manera de liberar el virus.
- No creas que es tan fácil ? dijo el Buen Camino-. Estaremos vigilándote ? dijo el Guardián ? y no podrás hacer nada ? acabó el Corrector.
- ¡¡¡¡¡¡¡¡¡Nooooooooo!!!!!!!!!!
El chico salió corriendo del parque, era de noche y no veía casi nada. No, veía algo, algo se movía desde la derecha, cada vez más rápido, hacia él, era un coche... que paró.
De él salió un hombre uniformado, con la gorra medio caída y un gesto de confusión.
- Chico, ¿qué te pasa?
- No se acerque, no se acerque, saldré de aquí.
- ¿De donde?
- Del mundo, voy a conseguir salir de aquí, ¡y ellos no me verán!
Otro tipo con gorra salió del coche.
- Este tío está loco, saca las esposas anda.
- No se acerquen, deben arrestar a esos tres ? señalando a los tres ancianos.
- ¿A quién?
- ¡A esos! El Guardián, el Buen Camino y el Corrector de Almas ? señalando a los ancianos de nuevo.
- Chico, ahí no hay nadie.
- Sí que están, esos tres, ¿no los ve? ? el guardia avanzó ? No, no se acerque.
- Vamos, te llevaremos a un lugar lejos de esos tres ? se giró hacia su compañero-. Llama al hospital, puede que se haya dado un golpe en la cabeza.
- Te apuesto una cena a que está loco ? dijo el otro.
- Yo que sé, últimamente los jóvenes salen muy raros.
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