6. LA MONTOYA
No pasó nada, la urna estaba completamente vacía, así que volvieron las risas a la habitación. María se quedó pensativa durante un rato
- Deberíamos irnos – dijo al rato. Y así dejaron de ser dioses por un día, abandonaron la habitación con todas sus cosas y llegaron a la puerta. Fue entonces cuando descubrieron que no seria tan fácil escapar sin ser vistos, pues toda la gente de la calle comenzó a inclinarse, algunos de ellos sin saber exactamente el porque. Salir de allí de esa manera sería imposible, así que volvieron a la habitación a trazar un plan que le sacara del lugar.
Sin decir nada a nadie, María llamó a tres sacerdotes que no tardaron en llegar. María, escondida tras la puerta, cerró ésta golpeando a dos de ellos en la cabeza. Al tercero, que ya había entrado, Miranda le golpeó en la cabeza con el cáliz. Quedaron los tres tirados en el suelo, quizás estaban inconscientes, o quizás se lo hacían por miedo a que les causaran más dolor. María cogió la diadema de Heaven que llevaba y se la guardó, se puso sus ropas de Jurasika y esta vez no se quitó el ojo de Minina. Una vez vestida como siempre, se colgó la túnica de uno de los sacerdotes y Miranda y Dean le imitaron vistiéndose de sacerdotes, y así, pudieron salir ocultándose parte del rostro bajo la túnica hasta llegar a casa de Dean. Pero Miranda y María no entraron
- ¿Dean? – dijo Miranda
- ¿qué? - Contestó Dean girándose para mirarlas
- ¿No vienes? – le preguntó. A Dean se le luminaron los ojos, ni siquiera contestó, dio media vuelta y se unió a ellas.
Se adentraron en el bosque siguiendo el río Niuska que les conduciría al mar. Anduvieron la mitad del camino, y ya fuera por el cansancio o por su situación, María comenzó a sentir su cabeza realmente pesada. La noche llegó y se pusieron a dormir en un claro junto al río. Estaba ya amaneciendo cuando la pesadez que ocupaba su cabeza comenzó a transformarse en palabras “Has abierto la urna de Bakal para librarte de mi castigo”, “no te librarás, harás lo pactado a la fuerza”, “Matar”, “Mata a Dean”, “Muerte”, “Sangre”, “Mátalo”.
María parecía estar en un sueño, las voces le nublaban la mente, sólo pensaba en librarse de ellas. Las voces cobraron fuerza al levantarse, tanto que hicieron que volviera a caer al suelo. Miró a una de sus manos y vio que tenía en ella una gran piedra afilada. Sin saber muy bien lo que hacía comenzó a golpear a Dean con ella. Con cada golpe las voces perdían fuerza y una sensación de satisfacción llenaba su cuerpo, no pensaba en lo que estaba haciendo, sólo en librarse de aquel tormento. Los extraños pensamientos de María se desvanecieron junto con la vida de Dean. En cuanto María volvió en si, cayó al suelo entre lágrimas al ver lo que había hecho. Los sollozos de María despertaron a Miranda, pero no hubo desayuno aquella mañana, la desagradable escena que tenían frente a ellas les quitó las ganas de desayunar.
María le explicó lo ocurrido a Miranda abrazándola mientras ambas lloraban la pérdida de Dean. Apenas acabaran de estar juntas, alentada seguramente por el fuerte olor a sangre, apareció una enorme fiera de uno de los árboles. Era similar a un humano, pero deformemente corpulento, que empleaba sus manos a modo de garras para caminar, con un fuerte olor funesto. Tenía dientes de lobo y sus ojos eran grandes, con unas pupilas realmente diminutas y de un color amarillento enfermizo. Su pelo largo, oscuro y realmente escaso salía de los laterales de su cabeza. Casi emitía gruñidos en lugar de palabras.
-Se parece a las descripciones de los hijos de Bakal - dijo Miranda.
-¡La urna de Bakal! ¡Yo la he abierto! –gritó
-¿Pero cómo..?, ¿Cuándo...?
-Los sacerdotes estaban en lo cierto, la urna que me entregaron era la urna de Bakal – gritó María tirando del brazo de Miranda para huir de la bestia. María de pronto se paró, blandió su arco y con una de las flechas le dio en el ennegrecido torso de aquel ser, pero en lugar de morirse y desaparecer, se agazapó y comenzó a sangrar un liquido negro amarillento de la herida.
- Es una de las bestias de Bakal, nuestras flechas especiales no les afectan – dijo Miranda ante la mirada atónita de María, que estaba colocando de nuevo otra flecha
- Pero una flecha es una flecha - y le lanzó otra flecha que fue directa a la cabeza, con la cual cayó muerto al suelo.
Acamparon entre los árboles para comer, hicieron una hoguera y calentaron la mugrienta carne de la bestia, que, aunque era algo desagradable, si la lavaban en el río podía llegar a ser comestible. Mientras comían, no se sabía si era por la pestilente olor o por la reciente muerte de Dean, del rostro de María y Miranda caían lágrimas. Miranda no le guardaba ningún tipo de rencor al respecto, para ella no era extraño que un hombre muriera asesinado.
En ese momento escucharon un ruido de pasos sobre la hierba cercano al bosque, y ambas se giraron, pero no vieron nada, pero cuando volvieron a escuchar los pasos, Miranda soltó un fuerte alarido
-María, corre, vámonos, ¡Es una Montoya! – le dijo a María, y rápidamente como de costumbre, recogieron sus cosas y echaron a correr.
-No corramos, utilizaré mi arco
-No sirve, las Montoyas son inmortales - dijo Miranda
-¿Pero qué demonios es una Mon...? ¡Como se llame!
-Es otra de las criaturas de Bakal, la creó después de su extinción con el poder que le daban sus súbditos. Tiene aspecto humano, pero no lo es en absoluto... – dijo Miranda fatigada por la carrera.
-Pero entonces ¿cómo es? ¿Cómo diferenciarla de un ser humano normal? – dijo María aminorando el paso, ya que ya habían dejado atrás el lugar donde estaban
-Nadie lo sabe, nadie la ha visto nunca – dijo Miranda parando en un claro y recuperando el aliento - ... lo que quiero decir es que Bakal la creó como venganza de su extinción en este mundo, para que persiguiera hasta la muerte a quien intentara liberar a las diosas Minina o Unipuma. Dicen que causa la muerte tan solo con mirarla a los ojos. Creo que no me equivocaría en decirte que nos seguirá durante todo el viaje.
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