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No sé quién soy. Ni quién fui. No tengo recuerdos de ningún tipo. Soy un recipiente vacío, un disco rígido formateado, un organismo desprovisto de voluntad y conciencia. Soy un autómata que repite movimientos porque una voz lo manipula. Una voz interna adentro de mi cabeza. No sé qué sería de mí sin la voz. Ella me dicta lo que debo hacer, me dirige, ordena: sigue caminando por el bulevar hasta el cruce, ahora gira a la izquierda en la peatonal, ahí, en el bar de Rex. Entra y pide una cerveza. Negra.

- Una cerveza negra, por favor.

El mozo te conoce, hace dos años que vas al mismo bar y pides una cerveza negra. Salúdalo. Se llama Nick.

- Qué tal Nick, cómo anda todo?
- Como siempre Jimy, en la lucha que es cruel y es mucha.

James, Jimy, Jim, lindo nombre. Me gusta. Claro, es tu nombre.
Termino la cerveza y salgo ¿hacia dónde? A la estación del metro, sacas un cospel de ida y bajas en Retiro. Tomas el 68 hasta Rivadavia al 1300. Tercer piso, departamento “B”.
Al principio la voz es neutra, distante, pero al poco tiempo la encuentro conocida, casi amistosa. Paso por una vidriera y miro el reflejo: soy bien parecido, alto, de treinta y pico de años. Llevo un traje azul, debo ser un oficinista o algo así, está bien. Todo va bien. Claro que va bien. Ese eres tú, James ¿lo olvidaste?
Tengo deseos de fumar. ¿Fumo? Sí, claro. Cigarrillos rubios. Prende uno Jim, yo también quiero fumar.
Llego a la que supongo es mi casa porque la llave que tengo abre la puerta y porque la voz me lo indica. Me recibe un niño como de tres años.

- ¡Papi! ¡Papi! ¿qué me trajiste de regalo? –el niño tiene mis ojos y mi mentón, el resto debe ser de la madre.

Ése es tu hijo, Jimmy. Es un buen chico. Dale un beso en la frente y pregúntale por su madre.

- Hola campeón, ¿dónde está tu mami?
- ¿Y mi regalo?

En el bolsillo derecho del saco hay una golosina. Dásela. Dije derecho, Jim. Perdón. Está bien.
Ésa es tu mujer, Linda. Abrázala, bésala y dile que la extrañaste. Bien. Vas muy bien, Jimbo.

- Querido, invité a los Flowers a cenar mañana en la noche ¿qué te parece?

Los Flowers son un matrimonio amigo desde que eran novios. Él es un pedante insoportable, no lo puedes ni ver, pero la mujer tiene unas tetas de otra galaxia. Dile que está bien, que no hay problema.

- Está bien, querida, no hay problema.

El baño está al fondo a la derecha. Dúchate. Cena con tu familia y luego le haces el amor a tu esposa. Mañana será otro día.

El reloj suena a las 6:30 horas. Me levanto en una habitación que no conozco junto a una extraña desnuda al lado mío.
Es tu esposa, Linda ¿ya lo olvidaste? Levántate y desayuna un café negro. Sin leche ni azúcar. Luego, a la oficina. Tomas el 68 hasta Retiro y luego el metro. Caminas hasta Av. De Mayo, Industrias Corillege. Séptimo piso.
Un gordo con cara de sapo me recibe en la puerta. Es tu jefe, Jimbo. Es un viejo miserable y sin escrúpulos. Lo odias, pero es tu jefe y de él depende tu aumento. Salúdalo y dile algo sobre su corbata.

- Buenos días, señor. Linda corbata. ¿Es de seda?
- Sí, seda italiana. Casualmente viajamos la semana pasada a Europa con mi mujer y...

No lo escuches. Sonríe y asiente con la cabeza de vez en cuando. Ya está, se fue. Ahora a trabajar. Ésa es tu oficina. Tu trabajo es simple: debes clasificar pedidos, ordenar las carpetas, ingresar los datos nuevos. Está bien, puedo hacerlo. Clasificar, ordenar, ingresar. Es fácil. Clasificar, ordenar, ingresar. Clasingresar, ordificar, ingrenar. Tranquilo, Jimbo. No descompagines. Vas bien. Ya falta poco para las cinco. Ya nos vamos a casa.
El teléfono suena. Atiéndelo. Es Linda, dile que en una hora estarás en casa. Y que la amas.

- En una hora estaré en casa, querida. Te amo.

Cuelga el tubo. Ya es hora de irnos. Saluda a todos y nos vamos, Jim.

Paso frente a una vidriera y miro el reflejo: soy bien parecido, alto, de treinta y pico de años. Llevo un traje azul, debo ser un oficinista o algo así, está bien. Todo va bien. Claro que va bien. Ese eres tú, James ¿lo olvidaste?

El metro va lleno de gente. Personas como yo, pero con identidad propia. Siento algo de envidia por ellos. Todos ellos saben quiénes son. Qué quieren. Tienen una vida que han elegido y una personalidad propia.

En cambio yo no sé quién soy. Ni quién fui. No tengo recuerdos de ningún tipo. Soy un recipiente vacío, un disco rígido formateado, un organismo desprovisto de voluntad y conciencia. Soy un autómata que repite movimientos porque una voz lo manipula.


Pero, ¿ellos sabrán realmente quiénes son? ¿no serán ellos también autómatas controlados por una voz ajena?
Y ustedes, zombies ¿saben acaso quiénes son?

Texto agregado el 14-02-2008, y leído por 99 visitantes. (0 votos)


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