mejor no escribir, le dije a mi cabeza, pero mis dedos aún seguían su propia voluntad, quizá impulsada por sentimientos que viven lejos de mis sentidos, quizá estoy loco, tremendamente loco y no me entero... y así seguí, escribiendo, escribiendo hasta que hice una raya larga en todo el papel, luego hice una raya vertical: una cruz, me dije. debo de tener el catolicismo dentro de mi alma, porque sigo adelante, como una gaviota que no se detiene hasta que encuentras su alimento en las aguas movidas del mar... seguí dibujando hasta garabatear ondas de formas extrañas, ligeras pero raras que jamás podría haber hecho. y así seguí, hoja tras hoja hasta que llegó el día y alguien tocó la puerta. dejé de garabatear y abrí la puerta, era mi mecenas. ¿has escrito algo?, preguntó. bajé la mirada y me di media vuelta, rumbo hacia mi cuarto en donde estaban todos los papeles garabateados por mí durante la noche. fue extraño porque le gustó lo que vio. ¿tu lo has hecho?, volvió a preguntar. bajé la cabeza y asentí con mi respiración. el viejo se quedó mirando las cosas de papel sentado en una de mi bancas por horas. de pronto me dijo que las vendería y que me daría un buen porcentaje por ellas. asentí. pero debes seguir haciendo estas cosas pero en papel mas grande, esta tarde te mandaré material para que pintes o dibujes, dijo. asentí y le vi salir con todas mis hojas a la calle. miré por la ventana y le vi subir en su lujoso automóvil y partir de lo mas contento, como si hubiera encontrado el tesoro de su vida...
recibí el material al cabo de tres días, con un cheque muy fuerte y grande por todos mis garabatos... fue extraño, pues, por mas que intenté dibujar, no pude. lo único que me salía, eran poemas y cuentos, y extraños textos, retratos, ensayos... pasaron veinte días y volvió mi mecenas. le mostré todo y quedó boquiabierto. pensé que iba a gustarle pero fue extraño. no dijo nada y se fue sin decirme una palabras... ni siquiera se llevó un solo texto. le vi partir y al poco rato volvió con dos personas, muy elegantes. tocaron la puerta, les abrí y les hice pasar. vieron todos mis textos y quedaron boquiabiertos. ¿tu lo has hecho?, preguntaron. asentí. bajé la mirada y noté que todos se llevaban mis hojas escritas, es mas, se llevaron hasta el material que tenía... les vi partir, llenos de asombro, y perderse por las calles...
pasaron muchos días y mientras esperaba, empecé a cantar todos los días, y lo que cantaba lo escribía en las paredes de mi casa... volví a escuchar la puerta. era mi mecenas, tenía una grabadora, y dijo: sigue cantando. y seguí cantando hasta que caer dormido de agotamiento y aburrimiento... total, haga lo que haga, es igual...
san isidro, febrero del 2008
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