Ya no le queda sangre a este payaso.
Hombre joven, mozuelo con cara de pena, cabello negro y corto, de pocas ideas.
1.70 cm. 65 kilos. Profesional de las pérdidas.
Seis estocadas, 3 por la espalda y 3 por el frente.
Órganos internos sanos, excepto corazón y tripas. Se los hicieron mierda.
Pulmones amplios, gritaba mucho. Quizá demasiado.
Brazos a la medida de ella. Tú sabes po` Carlos, la de los amortiguadores amorfos de la plaza zamorano.
Las estocadas de la espalda lo dejaron agónico pero sobrevivió.
Las estocadas del frente lo acabaron en un par de días. Parece que lo vio venir. Sí, de seguro lo vio venir. ¿Ves el dedo índice derecho? Está chato tanto teclado.
Carlos, arregla esa gotera, ya no soporto más este subterráneo tan frío, lúgubre y húmedo.
Pies callosos. Signo de kilómetros de búsqueda y sin llegar a nada.
El brazo derecho tiene una marca, encaja perfecto con la descripción de la testigo, la morena rica esa. Eso no lo pongas, recuerda que es NN. Nada más, no queremos problemas.
Las muñecas están cocidas con hilo negro del más negro que he visto.
Ojos ausentes. Fueron comidos por las serpientes, sapos y pirgüines del charco donde estaba.
Estómago abultado. Vivía solo en la punta de un cerro, sólo comía ratas y lapiceras.
Uñas destruidas.
Rodillas penitentes.
Se le asoma el 11 en la nuca. Extraña característica. Sólo propia de ancianos.
Este se quiere levantar Carlos, dale con el martillo en la cabeza. Ves, podemos hacer un muy buen trabajo, juntos. No necesitamos a nadie más.
Causa de la muerte. A quien le importa, tíralo a un lado. Sigamos con el próximo. Como siempre.
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