Lo que mas me preocupa de mis pasos es no escuchar los míos sino los de alguien más.
Con cuidado camino por los pasillos oyendo sin mis ruidos a ver si no me siguen,
Porque hay muchas ventanas y por allí no se que entre, otro problema es la noche, donde se puede guardar todo, en la luz nada se guarda sino todo es dado a la mirada
Pero la noche con su obstinada parsimonia guarda para si todo, se lo queda; nada
Anda contento con ser de noche, todo se mueve obstinado a ver cuando aquella noche lo suelta, si oyes un poco todo cruje, donde queda silencio se alzan voces, amenazas se oyen, te llaman por tu nombre, te piden cosas, aun espero a ver quien se asoma por mi ventana.
Así por todo este espanto tiendo a tomar medidas, primero con la tarde, cierro las chapas, pongo cortinas, subo al segundo piso y desde allí apago las luces de la planta baja, lastima que la ventana luminosa del día sea el portal donde todo podría ocurrir.
Es una desgracia tener el baño en la planta baja, el café de la noche me obliga a ir allá,
Prender la luces y apagarlas tras de mi, cada vez que bajo siento a alguien esperando ávido a ver cuando bajo el switch para darme un espanto, para arengarme en la noche, y armarse contra mi, no es miedo, porque miedo viene siendo contra quien-sabe-que pero aquí el espanto tiene agentes, que se mueven por la casa, viendo cuando se abalanzan contra mi.
Por eso espero a lucia, a ver cuando viene, desde la ciudad a casa, su ruido, la voz ronca
Que se quiere dar, les asusta, enojados de seguro se vuelven a donde quiera dios guardarles, cuando no viene ella, se me van agotando las prorrogas, los ojos pelados ya no se resignan a mirarme solamente, se quieren entre ellos, pero no a mi, por eso lucia con su azotar de puertas, sus tenis chillones en la duela, viene siendo perfecta, es un seguro contra todo, pero donde vino a dejar su cuerpo que no aparece, a veces la ciudad se la traga, a diario llama, y su voz se oye lejana de tiempo, de tiempo futuro, como si le llamara a un muerto, me habla podrías decir, del modo esperado si fuera costumbre diaria, marcarle s los muertos, de la única manera que podrías hablar con un fuego fatuo, o con los aparecidos.
El mayor problema son los ojos llorosos, la piel fría de espanto, el morder de labios, tanto tensión viene dándome años, a veces pareciera que se me caen los dientes, parece perderse mi voz en un repetir sin sentido de las misma imprecación a la calma, a algo que no es, no falta ser sensitivo para saber a la noche imposible de manejar, inútil su dialogo, ni someter, la noche es peligro, mi noche lo es, a mi noche nadie se acerca.
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