Despliega un largo velo de paréntesis
y aparece su silueta diseñada con los vocablos
y signos de puntuación que permiten el
deleite de sus formas distribuidas por todo
el sacrosanto abecedario de su teclado.
Sinuosidades divinas, prosa ecuménica
que toda hembra pudorosa oculta, tras
lacerantes acentos el barniz de su desnudo
y su cabello fulgurando es cristal y tacto,
pensamiento y latido de una tecla que suave
pulsa la prisa para acrecentar su deseo
y responde con frenéticas frases que
van dibujando en la pantalla su ilusión
ante sus formas predeterminadas y gime
y muere al adivinar su boca entreabierta
y sus manos que son dos palomas que
se agitan sensuales sobre el ergonométrico.

Vela su mirada para atrapar su rostro
fotografía de sueños, imagen encantada
que acciona con palabras melodiosas
facultadas para cruzar el vértigo de la distancia
y llegar a destino convertidas en besos
que le arrancan sonrisas y sonrojos, suspiros
y latidos.que deletrea en la penumbra
lechosa de deseos y caricias que lo abruman
y mortifican y ante el desespero transa
y posa sus ávidos dedos sobre el té quiero
que ella escribió acaso sólo por cumplir
y que para el es una promesa cristalizada
que retiene en su memoria humana
mientras la virtualidad del mecanismo
registra en una cinta este romance
que revivirá luego mil veces hasta que
la noche acabe…