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Inicio / Cuenteros Locales / sarnahuixtli / Un Dalton levemente odioso

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Yo no lo conocí, Don Roque.
No pude alcanzar al tiempo de su tiempo que eran otros tiempos,
Sino, seguro nos hubiéramos codeado entre la multitud
Con los brazos caídos y las balas en la frente.

Mire, Don Roque,
Dejémonos de babosadas,
Que aunque yo no lo conozco, sé de sus andadas,
De sus gustos y descontentos frente a la majada.

Sí ya me lo imagino
Entre cervezas y labios púbicos de prostituta litoral,
Agarrado del filo de unas nalgas mulatas y varicosas
Hasta que nos encuentre la mañana o la Guardia Nacional.

Y qué decir de sus caminatas de madrugadas por la capital
Buscando el eterno cilindrito, dulce veneno mortal,
Que fue la excusa para esconder la tristeza que sentía por su paisito de mierda,
El más chiquito entre los olvidados.

Sabe, me dan ganas de romperle la madre,
Pero ella no tuvo nada que ver con usted.

Su progenitora lo parió y ya,
Ella no tiene la culpa de su lejanía,
De que usted se haya convertido en el icono de la palabra
Y nosotros, “sus compas”, en el olvido y el desprecio de haberle conocido.

Pero ya estuvo bueno de pendejadas, Don Roque,
Que si yo lo hubiera conocido en sus días,
Tal vez yo no estuviera hoy contando azacuanes cada verano,
Y mis hijos e hijas, en esta época, vivirían en Cuba, alejados de la mediocridad,
Extrañando la nostalgia de sus letras
O cagándose de la risa por el nombre de que les dio la patria que los destetó.

En fin,
Hoy sé que usted no es más que una mala memoria que traigo a cuenta de la impotencia de mis años
O de los siglos de rebaño desconcertado que se atoran en los cinco sentidos de mi idiotez comunitaria.

Y es por eso que usted, aunque no lo quiera, representa para muchos, la diminutez que nos tiene hartos,
La familia que nos sustenta,
La tierra que amamos,
La misma historia de los hijos de la gran puta que se llenan de sueños
Y sonríen,
Enajenados,
Ante las luces de colores de las estrellas de plástico
O las bolas de fútbol de las grandes finales (cada dos o tres casos de corrupción),
Mientras comen mierda con la mano izquierda que antes los iluminó,
Aquella que nos privó de usted y de sus profecías.

Ya sé que no lo conozco, Don Roque,
Por eso no me aturden las palabras que le vine a escupir al fondo de esta botella,
Pero al final de cuentas,
Lo único que lamento de no haberlo conocido es no poder llamarlo “mi amigo”…

Texto agregado el 08-04-2004, y leído por 259 visitantes. (0 votos)


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