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Pueblo Chiquito era un pequeño pueblo situado a la orilla del rio Púrpura. Era diferente a todos los pueblos del mundo porque en él sólo vivían niños, no se permitía la entrada a los mayores, y la única persona adulta que vivía con ellos era un hada viejita a la que todos llamaban Mabelina.
Los papás de los niños querían mucho a Mabelina y por eso todos los veranos llevaban a sus hijos a Pueblo Chiquito. Todos los niños la adoraban porque sabía convertir las piedras en caramelos, el río Purpura en espumoso rio de chocolate, y un desierto en un precioso parque con columpios y juguetes. Además los cuidaba y los quería como si fueran sus propios hijos.
Un día, estaban todos jugando en el jardin cuando apareció Alvaro, uno de los más pequeños, llorando desconsoladamente y con la cara tapada con sus pequeñas manos.
Todos le preguntaron qué le ocurría.
- Me han borrado la nariz – contestó entre sollozos.
- Ja, ja, ja, no digas tonterías – dijo riendo su hermano Ignacio.
Ignacio agarró sus manos y fue destapando poco a poco la cara de su hermano.
- Oohhhhhhh, - gritaron todos sorprendidos
Su cara ya no tenía nariz.
- ¿Quien te ha borrado la nariz?- dijo Ignacio enfadado.
- No lo se, caí en una trampa al otro lado del rio….-Empezo a contar Alvaro
- ¿y que hacías tu allí?- le interrumpió aun más enojado Ignacio.
- Es que estaba buscando piedras para que Mabelina las convirtiera en caramelos, y sin darme cuenta me adentré en la zona prohibida.

La zona prohibida era un bosque situado al otro lado del río, al que tenían terminantemente prohibido entrar porque se decía que si entrabas allí te perdías y no volvías a salir jamas.

Alvaro les contó que caminaba buscando las piedras más grandes para tener enormes caramelos cuando sin darse cuenta se adentró en el bosque, entonces empezó a correr asustado pero quedó atrapado en una enorme red-trampa. El gritaba pidiendo ayuda pero nadie podía oirle, y al cabo del tiempo, ya cansado de gritar y patalear, se quedó dormido. Cuando se despertó se encontró tumbado en el suelo cerca del pueblo, y fue cuando se dio cuenta de que le habían borrado la nariz de la cara.
Mientras Alvaro relataba su historia no paraba de llorar, entonces Mabelina le dijo:
- No te preocupes, Alvarito, que yo te voy a dibujar una nariz nueva mientras encontramos la tuya -
- Gracias Mabelina – respondió Alvarito contento.

Mabelina le pidió a Ignacio que la acompañara a buscar la nariz de su hermano. Estuvieron buscando por los alrededores de la zona prohibida, pero no encontraron nada. De pronto llegó corriendo uno de los niños del pueblo.
- Corred, corred, venid a ver lo que ha pasado.
Mabelina e Ignacio fueron corriendo al pueblo y se encontraron que Gonzalito, otro de los niños, estaba llorando desconsoladamente con la cara tapada como Alvaro, pero sin decir una sola palabra. Todos le preguntaban qué le pasaba, pero el no contestaba.
Cuando Mabelina le destapo la cara, todos se sorprendieron al ver que le había borrado la boca. Mabelina lo consoló diciendole que le pintaría una nueva boca mientras encontraban la suya.
Esa misma noche, Ignacio, que era un niño muy valiente, salió de su cuarto, se puso un abrigo y se fue el solo a buscar por los alrededores de la zona prohibida. Como estaba tan oscuro no se dio cuenta que poco a poco se iba adentrando en el bosque cuando de repente se vio atrapado en una enorme red colgada de un árbol. Empezó a escuchar grandes pisadas que se acercaban y de pronto entre la maleza apareció un enorme ogro de color verde, con grandes dientes torcidos y una fea y gran nariz que le ocupaba toda la cara.
El ogro agarró la red y lo cargó a la espalda como si fuera un saco. El gritaba y pataleaba para que lo soltara, pero el ogro no le hacía caso. Al cabo de un rato, llegaron a una cueva y el ogro metió a Ignacio en una jaula, pero el siguió gritando y zarandeando la jaula hasta que el cansancio hizo que se quedara dormido.

Al día siguiente, cuando Ignacio se despertó, se fue a frotar los ojos y se dio cuenta de que también se los habían borrado de la cara. No podía ver nada. Pero escuchaba una dulce voz cantando una hermosa canción que decía:

Mi niño ya tiene preciosa nariz,
para oler las flores de todo el jardín,
mi niño ya tiene hermosa boquita,
para poder comer la rica sopita
mi niño ya tiene dos lindos ojitos,
que iluminan todo como dos luceritos.

- ¿Quién está cantando? – Preguntó Ignacio.
- Soy mamá Ogra – le contestó una dulce voz.
- ¿Eres tu quien me ha borrado los ojos? Preguntó Ignacio.
- Si, para ponérselos a mi hijito.
- ¿es que tu hijito no tiene ojos? – preguntó intrigado.
- Si, pero son ojos de ogro, y son muy feos.
- Y tambien le has borrado la nariz a mi hermano.
- Si, porque tiene nariz de ogro y es muy fea.
- Y la boca de Gonzalito, ¿tambien se la has borrado tu?.
- Si, porque tenía boca de ogro y era muy fea.

Mamá ogra le explicó que su hijito quería ir a pasar el verano a Pueblo Chiquito, pero le daba vergüenza porque era muy feo, y se iban a reir de el, por eso su madre decidió ponerle una cara nueva, pero para eso tenía que quitarsela a otros niños.

- Pero a nosotros no nos importa que sea feo – contestó Ignacio.
- ¿Ah no?- pregunto mamá ogra.
- No, allí hay muchos niños y niñas feos, pero eso no nos importa porque son buenos, cariñosos y divertidos. –
- Mi hijo es muy divertido y cuenta unos chistes muy graciosos.
- Pues entonces dile que se venga conmigo a Pueblo Chiquito, pero con la condición de que devuelvas a los niños lo que les pertenece, empezando por darme mis ojos.

Mamá ogra, cogió un pañuelo dorado, lo impregnó de un líquido y se lo puso en los ojos a su hijo, cuando lo retiró, los ojos se habían borrado de su cara y estaban en el pañuelo que colocó en la cara de Ignacio.
Cuando Ignacio se quitó el pañuelo de la cara ya podía ver. Sus ojos estaban de nuevo en su sitio y se puso tan contento que empezó a dar saltos de alegría y la jaula se calló al suelo, la puerta se abrió y el pudo salir.
Pero en lugar de escaparse corriendo, le dijo a Mamá Ogra que le dejara llevarse a Ogrito al pueblo para que todos los niños lo conocieran.
Mamá Ogra terminó de borrarle la cara a Ogrito, y le dio a Ignacio en una cajita la nariz de Alvarito y la boca de Gonzalito.

Cuando Ignacio y Ogrito llegaron a Pueblo Chiquito, Ignacio les contó la historia que le había contado mamá Ogra y sacó la cajita para devolverle a Alvarito y a Gonzalito su nariz y su boca.
Todos estaban muy contentos y Mabelina decidió celebrar una fiesta para darle la bienvenida a Ogrito, donde habría muchas chucherías, y un castillo hinchable con bolas de colores para que pudieran jugar.

Y colorin colorado este cuento se ha acabado, y si no te ha gustado te comes un emparedado.

Texto agregado el 13-02-2008, y leído por 165 visitantes. (0 votos)


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