Por las calles de Santiago

Hace unas pocas horas que con el corazón a mil tomé el auto y salí de casa para sentirme por fin otra vez entre tus brazos.

Te vi y como cuando tuve 15, no sabía si correr a abrazarte o esperar que te acercaras para saber si como yo, también me estabas necesitando.

Sólo pude abrazarte y no se si lo notaste pero la adrenalina podría olerse a veinte metros... sin embargo, saber que alguien podría estar mirando me confundió y reprimió todo lo que si supiera que nadie en el mundo es capaz de dañarnos haría, cada vez que volvemos a encontrarnos.

Porque si no corrieras peligro te habría dado miles de besos y ese abrazo habría durado eternamente ... mucho rato... y te habría invitado a caminar tomados de la mano.

Si tuviera la seguridad de que estar a mi lado no te hará daño, haría mil cosas distintas cada vez que nos vemos y no me desgastaría pensando tanto en el riesgo que estás corriendo y que estar conmigo puede convertirse en un trago amargo.

Hace algunas horas te busqué por las calles de Santiago y sentí que el frío del cemento que lo cubre se hizo parte del último beso que nos dimo al alejarnos.