CONDENADO
Muerto de existencia
se arrojó a la vida,
avergonzando a los relojes
que despojados de agujas
se suicidaban de hastío.
Volvía de otra muerte,
la de las amapolas
que sin ruido se rompen,
regalando su aroma
a los gorriones ciegos,
que descansan sombríos
en arboles sin tiempo,
oráculo sagrado
en los bosques cautivos,
que entre raiz y sangre
lo inundaron de abismos
Volvía de un paisaje,
frío como los dientes
de un perro moribundo,
como una marioneta
con los hilos cortados,
como un mendigo aullando
a los pies de un escombro…
Volvía pero aun no llegaba,
condenado al trágico pasado,
la ciudad le pateaba rabiosa
estrofas decadentes,
geométricamente incompletas,
azotando su sed de grandeza.
Muerto de existencia
se arrojo a la vida,
la madrugada lo acunó
entre polvo y ceniza
y alcoholes baratos,
nocturnos azules,
narcotico ardor,
lo encontró un cachorro
con su lengua áspera,
le limpió la sangre
que en su pecho ardió.
Muerto de existencia
se arrojó a la vida,
y la noche absurda
se lo devoró...
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