Existe un alimento, mejor dicho una delicia que me ha acompañado desde que era una cabra chica, hoy que tu me regalaste chocolates, recordé los hermosos momentos en que hasta una simple barra me ha llenado de felicidad; eso no significa que sea una golosa, simplemente que disfruto con él.

Su color se podría decir que es feo, el café nunca me ha gustado, pero quizás no es su aspecto en que los fabricantes se esmeran en mejorar, con papeles brillantes, decoraciones apoteósicas, incluso frases de amor, solo es su sabor, si su sabor, pero incluso no es eso lo que más me gusta de él, sino los hermosos momentos que rodean el “regalar chocolates”.

Recuerdo los primeros, cuando apenas tenía tres años, las fotos muestran mi boca, ¿o no la muestran?, es que eran tantas mis ganas de comer que fui la admiración de todos los adultos que no podían creer que una pergenia pudiera tragar tanto.

Después ya no los pedía los sacaba del mostrador del negocio de mi papá, pero era exhaustiva, solo chocolate café, el blanco nunca me ha gustado, la razón, es un misterio incluso para mí.

Pero uno de los momentos más felices fue cuando tú si tú, llegaste con esa cajita, que estoy segura, que compraste con tanto esfuerzo; mi corazón se lleno de tanta alegría que compartimos cada uno de esos bombones, como si fuera el ultimo chocolate del planeta.

Pero a veces, no es la alegría de disfrutarlo sino el regalarlo y ver las caras de las personas que más quiero, porque eso si, no a cualquiera le regalo un chocolate; eso lo aprendí el día en que tenía la caja más rica de chocolates para entregártela justo después de que te graduarás de la academia, pero a última hora me enteré que no estaba invitada y junto al cursi peluche los tome y se los di a una hermosa niñita de ojos verdes que se licenciaba de octavo, justo en ese momento un joven, de una hermosa nariz y finas manos, pero brazos fuertes me toma por la espalda y me pregunta porque lloraba, yo sin pensarlo dos veces, le dije que no se metiera conmigo, que si le había dado los chocolates a su hermanita era porque quería y que a él no le importaba; lamentablemente sin darme cuenta increpe a mi futuro colega, amigo, una delicia de persona, dulce como un chocolate, por eso cada vez que puedo le regalo un chocolatin, desde huevitos de pascua, viejos pascueros, con y sin relleno, barras, dulces, amargos y toda la gran gama existente.