En la oscuridad de las ruinas, a Hendrícke se le hizo dificultoso encontrar, mediante la vista, El cristal de renacimiento, una piedra preciosa que tras la muerte de un demonio, aparecía enfrascando su esencia y que los mortales aprendieron a recopilar para evitar que los adoradores las utilizaran para revivirlos. Pero, con sus habilidades súper sensitivas logró recoger la anaranjada gema de Ishváth.
Pasaron dos semanas de aquel incidente y el pueblo ya lo había olvidado. Pero, en la capital del reino, específicamente en “el palacio de las siete coronas” el evento aún se murmullaba, no era un hecho fortuito, en otras seis regiones, otros demonios habían conseguido liberarse de sus prisiones a pesar de las grandes barreras mágicas que los retenían. Por lo que se había citado a los siete guardianes para almacenar los cristales y comentar la situación con los “altos”, así se llamaba a los siete ancianos que componían el “alto consejo” o “consejo de las siete coronas”. Hendrícke estaba muy entusiasmado con la visita a la capital, debido a que se reuniría con siete de los catorce guardianes de la llave maestra. Eso era un evento poco común. Por seguridad los guardianes no debían estar en una misma región mucho tiempo, porque en un ataque concertado, era peligroso que los fragmentos de la llave maestra cayeran en manos demoníacas. Por lo que, generalmente, los guardianes eran asignados a regiones diferentes y también a algunos reinos de la alianza, para complicar la recolección de la llave maestra. Fue el primero en llegar a la monumental sede del alto consejo, subió las hermosas escaleras blancas y luego de cruzar las gigantescas puertas doradas con relieves de “la creación según la creencias bilvannas”, e ingresó a la antecámara, a cada paso que el Mandrake daba, el palacio se tornaba más y más esplendoroso, lo que le recordó sus días en el instituto, que gozaba de una arquitectura muy similar.
Afuera, un carruaje tirado por ocho hermosos caballos negros se detuvo frente a las escaleras del palacio y de ella se bajó una mujer con un rostro tosco. Pero aún así, muy agraciada, su cabello era gris y muy largo, una capa negra ocultaba en parte la armadura amarilla que portaba; se trataba de Jolie Beetel, guardiana salida del instituto Sigel, quien subió tan rápido, que ni se percató de que otro guardián estaba llegando casi al mismo instante. Su armadura era color rojo, por tanto, había sido alumno del instituto Tir , era un joven de piel amarilla y ojos rasgados, sin duda un integrante del clan Li-coba, una familia tristemente célebre por ser originarios del imperio Nara, el cual quiso contar entre sus dominios al naciente reino. Taiyo Li-coba se detuvo un instante y no siguió caminando hasta que una mujer vestida con una armadura roja similar lo alcanzó, no era otra más que su hermana melliza Tsuka Li-coba, quién también era una guardiana.
Mientras, Hendrícke sostenía una cálida charla con uno de los asesores del consejo que conocía muy bien a la familia Mandrake, hasta que comenzaron a llegar los guardianes y el hombre señaló: “que alegría verlos, sólo faltan tres guardianes más y los llevaré ante los altos”. Por el ojo que no le cubría el cabello, Hendrícke observó a Jolie y a los hermanos Li, no los veía desde la ceremonia, hace unos doce años y claramente eso se notaba. Mientras el asesor hablaba con Tsuki Li, dos guardianes más ingresaron al salón: Caleb Dobél y Dapheré Bleu del instituto Hagalaz. Sólo faltaba un guardián más y los presentes se estaban impacientando. Hasta que la inconfundible armadura verde, del guardián del instituto Algiz se hizo visible para todos, el caminar del guardián hacía eco en el palacio y unas cuantas cabezas se giraban para verle. Su cabello era negro y rizado y parte de él le cubría el ojo derecho, era un hombre más alto que el promedio y muy fornido. Caleb Dobél se le acercó inmediatamente a saludarle con gran alegría, mientras que Jolie Beetel murmuraba para sí: “ Cedrícke Mandrake”.
- Pero si es el mítico Cedrícke Mandrake- dijo, alegremente, Hendrícke.
-¡Primo!- exclamó Cedrícke mientras se excusaba con Caleb y se acercaba hacia el otro Mandrake para abrazarlo y levantarle como si se tratara de un infante.
-¡Detente, no me avergüences!- prorrumpió Hendrícke ruborizándose al ver como Jolie y Tsuki se reían de la situación.
-¿Un Mandrake avergonzado? , eso es algo que aún no he visto y prefiero no ver- dijo, Cedrícke mientras dejaba a su primo nuevamente en el suelo.
-Ya estamos todos- interrumpió Taiyo, claramente malhumorado e impaciente.
-¡Claro,claro, por favor, síganme!- se apresuró en decir el asesor, mientras con sus manos incitaba a los guardianes a atravesar el gigantesco salón y subir las escaleras que daban a la cámara de los siete.
-Me contaron que mi primito asesinó a uno de esos demonios que los historiadores prefieren no integran en sus escritos- comentó con orgullo y dándole unas palmadas en la espalda a su primo.
-Ishváth era su nombre, creo haber leído muy poco de él en uno de los libros prohibidos de nuestro instituto- le respondió, modestamente el joven.
-¿Cómo se encuentra el tío Kyan?- preguntó Cedrícke.
-Oh, muy bien, ya sabes, los dolores de aquella batalla, pero todos muy bien desde la última vez que lo visitaste- le respondió el pequeño Mandrake, mientras subían las escaleras.
Los murmullos de unos pequeños muchachos que seguramente estaban en el palacio para inscribirse en alguno de los siete institutos, hizo voltear a los guardianes, quienes los saludaron cortésmente, mientras los muchachitos no cabían en su alegría; “habían conocido a siete de los catorce guardianes”. Pero el asesor, con una pequeña carraspeo, recuperó su atención, a tiempo para decir: “muy bien, guardianes, tras estas puertas se encuentran los siete sabios, quienes les han citado, procuren responder con la mayor cantidad de detalles posibles. Todo puede servir a la seguridad del reino”.
Hendrícke y Cedrícke se miraron, jamás habían estando ante la presencia del “Alto Consejo” y no tenían idea que les esperaba en esa cámara. El asesor abrió las puertas y los guardianes no pudieron ver nada, todo estaba demasiado oscuro. Decididamente Cedrícke avanzó, Hendrícke y los demás lo siguieron.
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