Había una vez un cuento tan corto, le faltaban personajes, mucho diálogo entre ellos, necesitaba urgentemente una historia creíble. En estos tiempos todos los acontecimientos que ocurren parecen cuentos. La realidad se ha robado el concepto del cuento, lo ha dejado sin entrañas. ¡Qué abuso, e intromisión de la realidad en el cuento¡ Cuando el cuento se parece a la realidad ha dejado de ser cuento. Un cuento necesita un “Había una vez”, esa es la palabra mágica, necesita niños, muchos niños sonrientes, conejos que desaparezcan en sombreros de magos, necesita por lo menos uno de ellos con su varita mágica. Una princesa bella y sonriente que sufre una gran soledad a la espera de un príncipe. Existe, en estos tiempos, una mala propaganda hacia los cuentos. La princesa en estos tiempos vive, es bella, se pinta los labios con productos Avon, pero no sonríe, está tan ocupada manejando un extraño aparatito, llamado celular, objeto digno de un cuento. Ella no es feliz, la realidad de estos tiempos globales le han robado el sueño y la magia. Ella sueña con príncipes que ha visto en Internet (otro elemento digno de un cuento); sus príncipes son creados, armados en el exterior, sus pensamientos son volátiles, son príncipes inexistentes, pero ella sueña con ellos. El motivo de su alegría ya no es el príncipe, es comprar en un Centro Comercial a manos llenas, ese comprar por comprar, llena de alegría a esta princesa global, a esta cabecita loca global, que de todas maneras sonríe pero sólo con otro artefacto de última generación: una tarjeta de débito en su mano. Luego, ella con estos artefactos mágicos para mí, globales para ella, es feliz. Por supuesto, en este cuento no se dice que en esta tarjeta de debito también se agota el dinero, detalles, simples detalles. Lo que hace deseable este artefacto parecido a una tablita es la opción de sacar infinito dinero de ella, pero sin trabajarlo, en eso consiste la magia de esta generación global. Luego, el pobre príncipe que se acerque a esta princesa global con la idea de enamorarla, debe estar por lo menos loco. Debe tener una tablita de dinero y su correspondiente celular, debe conocer el lenguaje de la princesa: el silencio. Una princesa de estas globales, no pierde su tiempo estudiando, al no estudiar, no tiene conceptos ni verbo, y ella no estudia porque no le da la gana, ¿para qué, si a ellas las mantiene su papa? Luego una princesa global podría ser una modelo o cualquier carrera que no excita sus diez neuronas básicas. Ello implica que un buen príncipe debe callar, y eso si, mover su tarjeta de debito, y comprar un buen celular, para simular que habla con alguien y así conquistar a su princesa global. Lo cierto que estas princesas globales no creen en Príncipes buenos, ya no existen, se los ha tragado la vorágine global. En lugar de caballos debe tener motos o carros que hagan mucho ruido, escuchar Reguetón y consumir, sobre todo consumir mucho para poder llegar a su princesa. Ya las princesas y príncipes no se consiguen por ahí “como conejo salido de un sombrero”.
|