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Para Manuel, ir a la feria de comida se ha vuelto un ritual. Casi a la medianoche, como de costumbre, se pasea por los diferentes kioscos que ofrecen lo mas variado de la gastronomía internacional.
Su cena ha perdido el horario acostumbrado ya que desde hace dos meses labora en un sitio nocturno cercano al lugar.
Mientras disfruta la comida, observa atento a los comensales que frecuentemente, haciendo un alto en sus caminos, se llegan hasta allí.
Trabajadoras del cine, taxistas, mesoneros, cantantes, artistas y hasta borrachos han hecho del sitio, gracias a la situación del mencionado collage de negocios, un lugar concurrido.
Mientras disfruta de una hamburguesa estilo americano, sus ojos se encuentran a lo lejos, con los de una joven que atiende la caja registradora en el lugar de la comida china.
Sin dudas una belleza de concurso, con un rostro que detallándolo hace que haga un alto en su cena. Es la primera vez que la ve, por lo que deduce que es nueva.
Cuando finaliza la busca con sus ojos, pero sin resultado.
Le duele el cuerpo, producto del ajetreo y el cansancio y debe levantarse muy temprano para ir a la universidad, por lo que no hace esfuerzos en esperar que reaparezca y se marcha.
A la siguiente noche, sus preferencias son otras y mientras cancela un chow suey se deleita contemplándola.
Ojos azules, cabello castaño, tez blanca, labios sensuales, aun sin pintar como ahora, y una figura esbelta, a la que faltan unos kilos, según detalla, tal vez perdidos recientemente.
-Señor. -le interrumpe quien se encuentra detrás, en la cola.
La mano extendida de ella con el ticket y el cambio tienen minutos esperando que los tome.
-¡Perdón!… ¡Gracias!.
Le dedica una sonrisa de complicidad y busca un lugar donde sentarse que no esté alejado de allí.
Hay algo en ella que lo atrae, una química que mantiene sus sentidos en atención.
Pero los días pasan y no ha tenido tiempo de preguntarle nada.
El lunes es su día libre, por lo que temprano se dirige allí, esperanzado que esté menos concurrido para poder charlar algo con ella.
No se equivoca, y la encuentra en una mesa tomando un refresco.
-¿Puedo acompañarte?
El sexto sentido femenino le ha advertido de su interés.
Con un gesto con la cabeza asiente.
-¿Vives por acá cerca?
Es lo primero que se le ocurre, entre miles de cosas que luchan por salir.
-No.
-Mi nombre es Manuel, ¿Cuál es el tuyo?
-Angélica.
Su voz es suave, las palabras parecen fluir en cámara lenta desde sus cuerdas vocales, su tono bajo, como haciendo esfuerzos para ser audible.
-¿Estudias?
Le mira con una actitud de resignación y puede detallar el azul de sus ojos.
-Ya no.
Nota que hay un ligero temblor en sus manos, mientras toma el refresco.
-¿Tienes frío?
-No.
Sus palabras son monosílabos y aunque le habla de muchas cosas e intenta averiguar de su vida, estas parecen no lograr crear oraciones.
Sus ojos se fijan en la calle y en los transeúntes y las pocas veces que le mira directamente siente que un misterio la envuelve.
Al ver hacia la caja registradora, nota que la china acostumbrada se encuentra atendiéndola, por lo que supone que su turno aún no ha llegado y por eso espera.
Una hora intentando penetrar la confianza de ella, pero está distante, pensativa, en un mundo paralelo que le turba.
A las siete la llaman.
-Angie.
Se levanta despacio, como un niño que aprende a caminar apenas, antes le ofrece su mano que acepta y la siente fría.
-Ha sido un placer.
Utiliza su cabeza para afirmar y camina hacia su sitio de trabajo, lentamente, como contando los pasos.
La curiosidad lo mata y decide hablar con la china, que cena unas mesas después.
-¡Permiso!
Toma asiento antes de que conteste.
Ella lo mira extrañado.
-¿Angélica, es familiar suyo?
Parece ser la pregunta que esperaba.
-No, es hija de un amigo.
-¿Tiene algún problema?
-¿Le interesa?
-Si.
Duda en contestarle pero lo hace.
-Sufrió un accidente cerebral hace poco, aún está en período de rehabilitación.
Eso contesta la parquedad de su vocabulario.
-¿Es grave?
-Tal vez.
Entre lo poco que puede enterarse es que estudiaba administración, es soltera y además, cantaba en un grupo coral.
Vive en el otro extremo de la ciudad, en casa de los chinos, ya que su familia es de otra ciudad y durante el día se encuentra en rehabilitación con un afamado doctor.
Le saluda con la mano antes de marchar y ella le contesta del mismo modo.
Se marcha confundido, contrariado, rabioso por un sentimiento de impotencia que parece apoderarse y que le adjudica un sentimiento de solidaridad inmediato con ella.
Y aunque los esfuerzos en otros días son inútiles ante la concurrencia y el horario, los lunes, en una cita informal charla con ella en el sitio acostumbrado.
Sin lugar a dudas ella se siente a gusto con la compañía y la expresión de sus ojos que brillan como reflejando rayos de luz en medio de la noche lo delatan, ya que a falta de palabras ellos son sustitutos perfectos, cuando se encuentran en la misma sintonía.
Al mes consigue avances extraordinarios y la acompaña al cine que se encuentra cercano a su sitio de trabajo y mientras la magia del séptimo arte los transporta a la ficción del largometraje, ella busca refugio en su hombro al frío que inunda la sala.
La abraza y siente su piel suave que se comunica a través de sus dedos.
Puede oler su cabello y se siente transportado, al ritmo de sus latidos cardiacos, al vendaval de un sentimiento que aflora sin restricciones.
Al final logra robarle un beso que se confunde con alguna lágrima.
Lo abraza de una forma inusual a como antes le habían hecho y puede sentir su dolor, su lucha por regresar desde un lugar que la ha limitado, como cortándole las alas.
Esa noche no duerme.
El sueño parece haberse ido a fantasear sin importarle que es necesario.
En la universidad, mientras escucha al profesor llega el perfume de su pelo.
Por primera vez en algunos años comienza a subir la cuesta del amor.
Cuando sale del trabajo busca encontrarla pero no la consigue.
Una muchacha de rasgos orientales atiende el lugar.
Un presentimiento extraño le embarga.
Olvidando el orden y las prioridades se llega hasta el mostrador.
-¡Buenas noches! ¿Se encuentra Angélica?
El lugar es atendido por tres personas y ninguna de ellas esta allí, en cambio otras lo hacen.
-No.
-¿Y el dueño?
Habla con quien parece ser el actual gerente.
-Se encuentra de viaje.
Respira aliviado al comprobar que aún el negocio no lo han vendido.
-Soy amigo de ellos y de la joven que atendía la caja, ¿Anda ella con ellos?SngelicaEl gesto de confusión del chino le alertan de algo anormal.
-¿No lo sabe?
-¿Qué debo saber?
-Angélica murió anoche, viajaron a su funeral.
Su puño sin control golpea al mostrador y rompe el vidrio cortándole.
Los clientes se apartan pensando en alguna pelea y el guardia de seguridad lo abraza inmovilizándolo, mientras las lágrimas le inundan.
Es cruel el destino que no respeta sueños y como perro de presa ataca sin compasión.
Es duro pensar en lo efímero de los momentos que se pierden sin darnos cuenta.

En las cosas que puedan ocurrir en menos de un segundo sin que seamos capaces de cambiarlas.

Texto agregado el 10-02-2008, y leído por 85 visitantes. (0 votos)


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