En mis días de relax, (haciendo inventario de mi pasado: que he hecho; que debí hacer y que en aquel momento no reparé; que me queda por hacer;) hurgando en mis recuerdos, me viene a la memoria un personaje que, en su corta vida profesional, marcó un paréntesis en la historia deportiva.
Pio Bau Solaz, nacido el 20-11-1919 en Valencia (España). Fue portero de fútbol en el Valencia F.C. entre los años 1939 y 1945. Con mayor ó menor fortuna deportiva, ya que al ser de carácter aguerrido sufrió algunas lesiones que limitaron su profesión, su situación económica también era algo precaria.
Le conocí cuando yo trabajaba a orillas de una playa, allá por los años 70.Mientras los bañistas chapoteaban el agua ó tomaban el sol, un señor, con pantalón corto, camisa semi abotonada y una gorra marinera, boceaba: “¡Helados, de limón, vainilla,…!” y recorría la playa de un extremo a otro, una y otra vez.
No habría reparado en él, si no fuese que al terminar su “jornada de trabajo” se sentaba en el muro de la playa, junto donde yo trabajaba, y cubriéndose con una toalla, se cambiaba de ropa. Con indiferencia al principio, mas tarde intercambiamos algún saludo de rigor. En los siguientes días, al saludo le siguió algún tema intranscendente de conversación.
Varios días después de conocernos, me preguntó si me gustaba el fútbol. Yo, la verdad, en aquellos tiempos el fútbol no me atraía especialmente, pero asentí.
-.Mañana te voy a enseñar algo que te va a gustar.- Y se despidió con un guiño.
Al siguiente día, cuando llegué, ya él estaba allí, con su nevera de helados, y algo envuelto en una toalla. Antes de enseñarme su contenido, me dice:
-.Como ya te he dicho, mi nombre es Pio. Más concreto, Pio Bau. Fui jugador de fútbol. Aquí está parte de mi vida deportiva, y algunas fotografías familiares. Cuando puedas le echas un vistazo. Voy a ver si vendo algún helado, antes que se derritan.
Desenvolví la toalla, y me encuentro con un enorme álbum de al menos unos diez centímetros de grueso. Su contenido, como pude ojear en las siguientes horas, entre cliente y cliente, era alucinante para mí. Recortes de periódicos con crónicas deportivas, en los que aparecía fotografiado con sus compañeros de equipos y algunas instantáneas de los partidos, cronológicamente clasificadas. Aparecía fotografiado con otras personas (creo recordar que alcaldes o algo así). Pero destacaba, por coger una página completa, una con el legendario Ricardo Zamora, dedicada y firmada al pié. Y algunas fotografías pegadas al álbum, que luego me explicó que eran su madre y su hija, de lo cual deduje que sería viudo. Por la tarde le devolví su más preciado tesoro.
Cierto día la policía le llamo la atención, de que no era permitido desarrollar una actividad comercial en la arena de la playa, y menos con su atuendo; además, carecía de permiso para desarrollarla. Tal vez por eso trató de congraciarse con el sargento, ya muy entrado en años y con una complexión atlética. Le habló de fútbol, de su nombre, y al notar el entusiasmo de la autoridad, le ofreció su álbum para que lo ojeara. El policía miraba para otra parte mientras él seguía vendiendo sus helados.
Algunos días más tarde me preguntó si el policía me había entregado el álbum. Ante mi negativa, su semblante, siempre risueño, se tornó sombrío. En ese momento eché de menos la presencia del policía desde hacía varios días.
Una afirmación equivocada podría llamarse injuria, pero una sospecha sería una afirmación no probada.
nunca supe si Pio recuperó su álbum, y tampoco lo volví a ver.
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